REVOLUCIÓN SIN BORBORIGMOS

REVOLUCIÓN SIN BORBORIGMOS

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    –¡Chapeau, queridos colegas, la ‘última nata’ científica y tecnológica del mundo occidental! ¡Chapeau a vuestro activismo en pro de la nanociencia y la nanotecnología militares, así como de la vida, en cualquier tipo de conflicto, tanto del soldado y el cuidador del orden, como del civil y su entorno! –Dijo el ponente (un coronel de ingenieros e ingeniero de armamento), puesto en pie, dirigiéndose a la mesa (un sexteto –con él incluido– de científicos pluridisciplinares, cuyo coordinador –justo es señalarlo– era un compatriota nuestro, catedrático de Matemáticas Aplicadas en la Universidad Complutense de Madrid), y luego a la Prensa convocada, brindando (tras reclamar como buen italiano su correspondiente azucarillo para ponerlo en la copa de champán) por el éxito científico y divulgativo de la monografía que ellos mismos acababan de confeccionar en equipo a petición de la OTAN y un importantísimo grupo de ONGs.

    –¡Chapeau! –Correspondieron los restantes componentes de la mesa, y al unísono con ellos los servicios de prensa allí congregados, y yo mismo que, como ‘letraherido’, no quise perderme un evento con unas conclusiones –ya aireadas– tan portentosas sobre la nanoingeniería físico-militar en pro de la vida y en contra de la muerte, y su correspondiente nanotecnología, para dar cuenta de ello desde mi peculiar atalaya.

    A renglón seguido, y en actitudes tan poco reverentes, pero efectivas, como las de los integrantes de una bandada de buitres –en tanto que rapaces, y no como carroñeros– que, con toda la paciencia del mundo, hubieran esperado, planeando mayestáticos y desde las mejores perspectivas de enfoque, mientras duraba la exposición pactada de la referida monografía, para ‘lanzarse’ luego certeros sobre su objetivo…, ‘se lanzaron’ aquellos periodistas, y yo con ellos, sobre aquel sexteto de elaboradores de aquella investigación, a fin de hacer radicalmente efectivo y provechoso el despiece de cada ‘científico’ en aras, los unos, de los requerimientos profesionales de sus respectivas cabeceras, y yo, por mi parte, desde mi especialidad, a fin de sacarles a ‘aquéllos hombres’ la mayor cantidad de datos posible para emplearlos en sabe Dios qué nuevos argumentos y por qué derroteros literario-pedagógicos.

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    Enseguida me vi empujado, sometido, elevado y abocado… por y entre un grupo de estos ‘profesionales rapaces’, que le habían abierto un buen boquete a uno de los elementos del sexteto, sacándole y entresacándole, como puede apreciarse en estas mismas palabras suyas, cuanta información almacenase relacionada con los pioneros y artífices de la silenciosa revolución nanológica primigenia, así como de la subsiguiente nanotecnológica:

    «Sería Richard Feynman, tras una larga etapa de vacilaciones, y ya en inminente Premio Nobel, el primero que, hacia 1959, propuso hacer ingeniería física a nanoescala (ese mundo invisible a nuestros ojos que se mide en unidades de milmillonésimas partes de un metro) para: primero, facilitar su conversión en una nanotecnología viable (como la fabricación de productos con base en un reordenamiento de átomos y moléculas, capaces de conferir a los nuevos materiales propiedades de mayor dureza, resistencia y velocidad); ponerle, así, luego, en bandeja a la investigación subsiguiente el que las trayectorias de sus ideas físicas hacia las correspondientes compensaciones practicas, aunque fuese a toro pasado, pudiesen tener el predicamento de ‘prácticas’ (cual sucedió cuando en 1986 el ingeniero de la NASA Eric Drexler las resolvió en nanomáquinas); y, finalmente, alentar los futuros trabajos en ecuaciones diferenciales parciales de los laureados matemáticos: el estadounidense John Nash –el inspirador de “Una mente maravillosa” de Rusell Crow– y el canadiense Louis Nirenberg, como herramienta de gran alcance para describir todo tipo de fenómenos científicos atingentes a la nanología, desde los campos de la termodinámica a la física cuántica.»

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    Cumplido este objetivo de información, me metí como pude en otro grupo de ‘devoradores informativos’, que estaban dando buena cuenta del coronel, al que vimos, en su momento, de ponente de la monografía.

    Lo tenían prácticamente abierto en canal y en el ahora justo de que quedaran patentes, mediante su meritoria ‘colaboración informativa forzada por esta feroz mayéutica’, un sinfín de detalles encerrados en la recién publicada investigación, sobre las aplicaciones de la nanotecnología a los ejércitos y a sus armas, con las sustanciales modificaciones inherentes a la ‘batalla del futuro’ que ello implicaba:

    «Un soldado de “máxima letalidad” y “mínima lesividad”, con un uniforme inteligente capaz de ofrecerle protección antibalas y contra amenazas nucleares, biológicas y químicas, gracias a cientos de láminas de nanoarcillas.

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    »Unas armas convencionales, que tendrán mayor letalidad sobre el objetivo, minimizando el daño sobre la población civil, mediante el trabajo con nanosensores para entre otras cosas conseguir una máxima precisión.

    »A la par con lo anterior, un sinfín de desarrollos de gran trascendencia: como los cohetes guiados por láser sobre vehículos aéreos no tripulados (los drones) y sobre enjambres de satélites miniaturizados; o los satélites espía, con capacidad de destrucción, que pueden adherirse a satélites grandes sin ser vistos y proceder a su destrucción total o parcial interrumpiendo sus comunicaciones o sus observaciones de la Tierra; o las armas personales no letales con capacidad para neutralizar a grupos de personas, gracias a la aplicación de la nanotecnología a sistemas de microondas y microláseres; o –si se quiere abundar– las estructuras cuánticas para la miniaturización de armas de energía dirigida, tales como cañones de microondas y sistemas láser de alta energía capaces de actuar como perturbadores direccionales, o cañones dependiendo de la potencia del láser, o contra-misiles guiados por infrarrojos para la defensa de aeronaves.

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    »El empleo de fibras supra-resistentes de nanotubos de carbono, con las que la resistencia al impacto de bala se multiplicará por tres o por cuatro respecto a los blindajes actuales, disminuyendo también el peso.

    »El uso de nanomateriales más ligeros y con menor volumen para facilitar la fabricación de municiones complejas, con mayor espacio para la carga explosiva y, por tanto, mayor letalidad sobre los objetivos elegidos.

    »El aprovechamiento de la aparición de materiales superpenetrantes como el wolframio nanocristalino, para mejorar las capacidades de penetración de los actuales proyectiles de energía cinética sobre objetivos seleccionados…»

    A estas alturas del ‘banquete-zafarrancho informativo’, a mí ya todo me daba vueltas, y por si fuera poco, mi “Pepito Grillo de escritor” me amenazaba con romperme de arriba abajo el discurso, sin importarle dejarme con el culo al aire del descrédito, si no le hacía caso en sus demandas de buscar ‘tema para un buen relato con final feliz’.

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    Así que en este punto me escabullí de aquellos mundillos entorno, y tuve el acierto de tropezarme con un vejete virguero del sexteto, que rápidamente me comprendió, y accedió gustoso a ayudarme a encontrar ‘el alpiste para mi canario’, y a dar con la vía de un final feliz:

    «En esta monografía alertamos también –y que esto te sirva para lo del final feliz– sobre las “grandes incertidumbres” que se pueden generar por el mal uso de la nanotecnología, y pedimos que los avances sean monitorizados por Comités Internacionales de militares, diplomáticos y científicos. Pues es indudable que estamos ante una revolución tecnológica que hay que potenciar, pero a su vez controlar…

    »Y ahora, permíteme sugerirte, como respuesta a tu demanda de material para el cuerpo de tu relato, esta joya: “Ya se utilizan ejércitos de robots-ratas para la localización de personas en grandes catástrofes…”

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    »O sugerirte, asimismo, un final con droniesselfis tomados desde drones manejados por el propio fotografiado– del escritor omnisciente empequeñeciéndose  por mor de sus lectores.» 

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