Cuando Ellery Jackson recibió la llamada, era mediodía en los Ángeles California. La noticia lo impactó mucho porque hacía más de cien años que no sucedía un caso tan raro como el que se le había asignado hacía unos cuantos minutos. Todavía resonaban las palabras que le había dicho su ayudante, el teniente John García.

“Se trata de un suicidio, jefe, ya tengo todo listo para remediar la muerte y rehabilitar el cuerpo…Sin embargo hay algo que usted debería ver personalmente, se trata de una nota mortuoria. El hombre se niega a vivir y ser restaurado por cualquier medio.”

Aunque Ellery sabía que llegaría en unos minutos al lugar de la tragedia, tenía más prisa por desvelar las razones del suicidio, que presentarse en el lecho de muerte del individuo que pondría, en unas cuantas horas, de cabeza a toda la humanidad. Trató de recordar cuándo había  llevado un caso parecido en su vida, quizá había sido hacía más de ciento cincuenta años o más, en la época cuando el concepto de muerte todavía tenía un matiz romántico y los japoneses seguían muriendo por honor. Tenía una memoria extraordinaria que le habían condicionado en la comisaría para que pudiera, sin ningún esfuerzo, rememorar con exactitud lo que quisiera, podía contactarse directamente con los archivos de cualquier biblioteca, jefatura o fuente informativa que tuviera cercana y de la que pudiera recibir una señal programando sus pensamientos.

Jackson trató de llegar al meollo del asunto preguntándose a sí mismo, qué razones lo llevarían a cometer un acto tan aberrante, la respuesta era imposible de encontrar por lo absurdo del cuestionamiento, pues ¿a quién se le iba a ocurrir terminar con su vida teniendo a su servicio toda la ciencia? ¿Qué individuo en su sano juicio iba a optar por la muerte eterna?

La nano medicina hacía mucho tiempo que se había olvidado de enfermedades tan banales como el sida o el cáncer, en la actualidad era posible restablecer cualquier órgano del cuerpo humano aplicando unas simples gotas restauradoras de tipo alfa-genético-regenerativa, beta-restauradora-exfoliante, gama-in-oxidante-grupal o épsilon-átomo-estructural. La eutanasia, como muchas otras palabras, era un término antiguo que había perdido su significado. Gracias a los adelantos físico-químico-biológicos se podían restaurar los órganos de algún infeliz que hubiera muerto por causa de un accidente, era cosa de niños. Además, se había encontrado la fórmula para combatir el envejecimiento y se había garantizado que en los próximos cien años, por lo menos, nadie moriría. ¿Entonces por qué este desdichado se había negado a disfrutar de algo tan placentero como lo era vivir en nuestro mundo perfecto?

Ellery decidió que resolvería la cuestión demostrando que la vida no representaba ningún interés y que el suicida había decidido que la existencia no valía la pena. Una cuestión demasiado filosófica y a la vez descabellada. Repasó los aspectos básicos de la vida moderna en una metrópoli terrestre o extraterrestre. Había empleo, pagaban bien, la gente pasaba sus vacaciones en Marte o Venus, nadie sufría de estrés, se podía disfrutar de esparcimiento de todo tipo, desde el ser protagonista en una película en un estudio especial de imágenes heliográficas y sufrir y gozar las emociones de los participantes, hasta la prolongación de los placeres sexuales menos imaginados, y todo por precios accesibles, casi ridículos. No había deseo que no se pudiera realizar ya que El Dios Tecnología había vencido la fe cristiana, budista y musulmana realizando milagros en una época en que la carrera tecnológica ya no se medía ni siquiera en minutos. Incluso, la concepción del tiempo había desaparecido, ya no importaba qué hora fuera y a dónde se tuviera que llegar porque el sistema de tele-transportación funcionaba a la perfección.  Por otro lado, era cierto que la humanidad se había reducido a menos de la tercera parte de la población, la gente era bella y conservaba su apariencia el tiempo que quisiera, se podía transformar en un miembro del sexo contrario o en un animal, si era su deseo, y luego volver a su forma original. Además, la gente no recordaba lo que era la ignorancia, simplemente, porque era imposible ser un neófito.

Entre más se preguntaba Jackson a sí mismo, más se agrandaba su duda y crecía su incertidumbre. Decidió no perder más tiempo y se puso su uniforme oficial de inspector en homicidios y se metió a la cabina de transportación que tenía en su casa, programó la máquina para desplazarse hasta Sídney, la máquina calculó el tiempo que tardaría en encontrar la coincidencia con las coordenadas de tiempo y espacio y marcó la cifra de dos minuto tres segundos exactos. Ellery llegó a la cámara restauradora que estaba en la casa del suicida, lo recibió John con una disculpa.

-Perdone, jefe, que lo haya molestado, le habría podido mandar unas imágenes laserográficas para que viera la nota, pero esto es demasiado delicado, ya sabe usted, la prensa y la opinión pública explotarán en cuanto desbloqueemos el lugar de la burbuja magnético-aislante.

– No te preocupes, John, le he estado dando vueltas a la cuestión y no encuentro una razón sensata para explicar este caso absurdo. ¿Tú lo harías?

-¿Se refiere al suicidio? Pues…Sí, a condición de que se me rehabilitara y se me administraran los nano-medicamentos necesarios para restablecer mi organismo a su forma habitual.

– ¿Pero morirte definitivamente? ¿Serías capaz?

– No, Ellery, ¿está loco? Claro que no lo haría por nada del mundo. A decir verdad, ya se me había olvidado que los humanos podíamos morir, es decir, definitivamente.

-Exacto, John, eso es a lo que me refiero, ¿qué razón tendría este hombre para determinar que la vida no merece la pena? ¿No lo haría solo por joder a la humanidad, verdad?

-Pues, es por eso que quiero que lea la nota. Ahí sin falta encontrará la explicación.-Luego, Jackson, mirando el cadáver exclamó:

-Mierda, esto nos va a joder a todos, John. Mira. –En ese momento Ellery cogió el pequeño papel y leyó en voz alta el último deseo que había escrito el suicida con lápiz en un trozo de papel amarillo de finales del siglo XX.

“He tomado la firme resolución de dejar de vivir porque ya no puedo encontrar satisfacciones reales. Todo me parece superfluo y hecho por adelantado. Todo es previsible, no hay nada que no se pueda resolver ni realizar. Nací en una época en la que la gente tenía deseos y esperanzas, a veces nos desquiciaba la incertidumbre de no saber qué nos preparaba el porvenir, ahora no hay misterios ni aspectos de la vida que nos produzcan temor o estrés. Lo único que es imposible de hacer es restablecer las relaciones humanas verdaderas. Ya no podemos intrigar a nadie, no discutimos de nada y solo argumentamos con ayuda de los miles de libros y conceptos de los que echamos mano a cada segundo con ayuda de conexiones a la red al comunicarnos. Nadie manipula a nadie, no existen las injusticias, no hay chantajes, en una palabra podemos decir que la vida es perfecta. Lo más triste es que por la falta de incertidumbre hemos perdido los sentimientos y vivimos solo por vivir, entre más larga es la vida, más indiferentes nos hacemos  y no hay acontecimiento por interesante que sea que nos pueda sorprender, o alegrar, o entristecer lo suficiente. El futuro ya se puede predecir con precisión, es por esa razón que me niego a continuar por este camino de pétalos de rosa y felicidad completa. No quiero que se me devuelva la vida por ningún medio ni motivo.  Por último, les pido perdón a mis familiares y amigos por causarles esta desagradable ofensa, pero creo necesario que nos cuestionemos de nuevo qué es el hombre y cuál es el significado de la vida. Hasta nunca jamás.

Joseph Lee”.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus