Mira con resignación el cartel colgado en la puerta del elevador. “Siete pisos no son nada”, se dice en un intento vano por darse ánimos. Las rodillas le crujen como la madera bajo sus pies. Los ojos se le cierran. Parpadea. La madera se convierte en piedra. Las paredes blancas en coloridos trozos de porcelana. Los peldaños se tornan más pronunciados. Casi verticales. Llega a la cima agotado. Pero no hay recompensa. Ningún río de los Reyes que contemplar… sólo un largo pasillo con puertas.
OPINIONES Y COMENTARIOS