Con tan solo mirar a través de sus lentes, toda su tristeza y dolor se esfumaba, una ventana de cristal que parecía adentrarte a una nueva realidad donde se apreciaba toda la belleza que el mundo podía ofrecer. Sonrió con nostalgia y bajó a la entrada de su casa, donde su nieto le esperaba impaciente con la mochila de viaje preparada.
– Aquí está, mi vieja y querida cámara. Captura cada preciado momento de tu travesía y, cuando seas tan anciano como yo, podrás volver allí siempre que quieras.

El viaje que aún no he hecho (2ª edición)
OPINIONES Y COMENTARIOS