Todo dispuesto.
Mi alma, en la puerta, impaciente.
La eterna sensación de olvidar algo.
Cada año, la necesidad de volver a Japón para retomar el viaje, hacia mi deseo de lo exótico, lo diferente.
Cierro los ojos.
Respiro hondo para frenar el ímpetu de mi alma, que coge vuelo y me deja en tierra.
Digo adiós a mi sueño y busco su rostro para retener su imagen.
Y sonrío al pensar en el reencuentro con mi viaje imposible.
Confío en coger algún día a la realidad distraída y en un descuido, fugarme.
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