Y mientras enredo mis dedos en tu pelo, batimos de nuevo las alas hacia ese lugar.
Te vuelvo a contar como serán nuestros paseos por la playa, y el color del que se vestirá el mar justo antes de que llegue la tormenta, en el preciso instante en el que el tiempo y el espacio se desbordan en el horizonte.
Nos resguardaremos en alguna taberna del puerto, pediremos vino de la casa y pescado para compartir. Empapados, nos miraremos a los ojos y sonreiremos, en ese lugar en el que nunca estaremos.
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