La primera vez fue París. Hablabas de colarme en tus lugares preferidos y por un momento me pareció posible, como si saborease una inesperada libertad.
Después mencionaste Ibiza, y me vi en la playa haciéndonos fotos frente al mar.
Ahora ya no tienes que decir nada, a cada rato mi imaginación escapa contigo a otra ciudad.
Pero tú te alejas despacio, sin saberlo, y cada vez duelen más los abrazos que no nos damos.
Ya solo soy libre en mi mente.
Al menos ahí podemos viajar cuando queramos.
Llueve.
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