Abrí los ojos y los vidrios empañados me hablaron del frío en la estación y de lo ajeno y fugaz de la gente que se comprime afanosa en los andenes.
Una vez abajo fui tan anónimo y olvidable como todos.
Sólo ruido blanco.
Abrí los ojos y los vidrios empañados me hablaron del frío en la estación y de lo ajeno y fugaz de la gente que se comprime afanosa en los andenes.
Una vez abajo fui tan anónimo y olvidable como todos.
Sólo ruido blanco.
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