Y aquí me encontraba de nuevo, hurgando las memorias que aún tenía de ti, esas que aún vivían en los recovecos de mi corazón. Encontré la última postal que enviaste desde Marsella, en Le Vieux Port, esa pintoresca ciudad en la que coincidimos hace tres años. De todas las postales que recibí era ésta la que cargaba con la última promesa, el símbolo indeleble: estar juntos. Contemplaba en ella botes ondulando desenfadados en el mar y recordé lo cerca que estuve de decirte:

— Al fin te encuentro.

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