El viaje se presagiaba largo y duro, pero esperanzador. Miraba hacia un lado y hacia otro incrédula y asustada.
Mi acompañante llegó jadeando y presuroso pidiéndome perdón por la tardanza.
Era su regalo de aniversario, tantos años juntos y aún conseguía asombrarme.
Oscurecía y yo soñaba con una playa de arena blanca y agua cristalina, con corales rojos y estrellas de mar.
Y de repente un eco lejano me sobresaltó, devolviéndome a una realidad no tan bella.
Quizás la próxima vez…
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