Cogió su maleta marrón, aquella que ahora denominaban “vintage”, metió los billetes y salió de casa.

Llegó pronto, como siempre. Se sentó en un banco frente al andén y ojeó su periódico. Se incorporó al oír el murmullo de las vías, su pulso se aceleró, sus ojos centelleantes observaron a los pasajeros subir al tren, y desde allí mismo vio como se alejaba, con los ojos humedecidos.

Como cada 26 de Abril, cogió su maleta y fue hasta el cementerio, a evocar con su amada el viaje que se prometieron.

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