Una larga fila de hombros y cabezas separan mi cuerpo de la ventanilla, barrera infranqueable de seres que no me permiten sacar ese boleto de vuelta que tanto anhelo.
Por fin se mueve, cobra vida y arrastro mis pies pero solo aceleran por la inercia de la masa que me empuja, que me tira, que me sobrepasa y me pisa.
Levanto mi cabeza.
¡Error!
No quiero esta vida impávida pero con prisa.
Entonces decido cambiar de ventanilla, a esa que solo vende los boletos de ida,
sin vuelta a atrás.
OPINIONES Y COMENTARIOS