Tomando mi fusil en las trincheras te recuerdo. Alzo la vista sobre la encimada y reconozco que he perdido. Mis manos esperan con ansias encontrarse con tu cuerpo negado. Con tus caricias prohibidas por el miedo. Las miradas lacerantes y efímeras del deseo conjunto.
Me queda solo el equipaje y un par de botas sucias. A ti, quizás, un reconocimiento, la medalla y el honor patriótico. ¡Felicidades!
Cruzaré la frontera para hacer lo que no pudimos: amarnos eternamente.
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