1.
Las historias comienzan a surgir como puntales de sueño
como pupilas de hueso
como rumores escondidos tras los espejos hechos lluvia
cayendo pulso a pulso por entre las hendiduras de la carne
para hacerse humo y luz.
Y caminar…
2.
Sé que soy poeta por vislumbrar marañas de luz
[y agua
en cenagosas rutinas y hálitos desconchados.
Sé que soy poeta aunque no pueda remediarlo.
A pesar de mí.
Incluso cuando no queda nada alrededor.
Pero ahora un estremecimiento me traspasa y me hace pleno.
La poesía se ha hecho de piel y de huesos.
Sé que soy poeta.
No seré más que eso…
y todo lo demás.
3.
Fue todo oscuridad.
Oscuridad silente y espesa.
Apenas se vislumbraban puntos y acentos desperdigados
que poco a poco fueron formando un extraño firmamento
de estrellas tipográficas.
Las fui alcanzando al cielo como mariposas tristes
atrapándolas en láminas de cristal
para que con engranajes y aire limpio
se convirtieran en versos precisos.
Luego los fui ordenando con la lenta agonía de las tortugas
y los cosí uno a uno a la memoria de mis sueños.
4.
Sucedió que una estrella vagaba
por entre la lluvia y la distancia.
Era de bruma y óxido gris
con fragmentos de estío pegados a su espalda
y una enredadera azul alrededor de su ombligo.
Y sucedió como suceden tantas otras cosas
que la estrella fue a parar al estrecho rincón
donde se olvidan las estrellas.
Al único lugar en el que el polvo de hadas
se puede borrar tan solo con un soplido.
Era una ciudad devastada por las lágrimas.
Cubierta con el desgaste que provocan las ausencias.
Fabricada de espejos
[e incertidumbres
transitaban cuerpos arrojados al vacío
y habitaciones perpetuadas al silencio.
La estrella, rendida, subió a lomos del último dragón
y sobrevoló los edificios en busca de pupilas
que aún respondieran a una historia contra el fuego.
Pero no había más que aquellas figuras de cartón
y esos huesos deshabitados.
Así que la estrella azuzó al dragón
para que girara hacia el principio del universo.
Y voló con la desesperanza agarrada a sus entrañas.
Mas sucedió como suceden a veces las cosas
que una pupila brilló al escuchar
como la niña balbuceaba de alegría por derrotar al monstruo.
Y como otra refulgía al sentir las palpitaciones de Alicia
al atravesar el espejo.
Y la estrella paró
se giró
y desentrañó la esperanza.
5.
Mi asombrada sombra de sueño y espejo
susurra silencios al abandonado niño
de esperanza y lluvia
y lo hace caer hacia la última caricia
que pudo arañar del frío.
6.
Hay ruido de pantallas de neón que se redesconocen
y actúan ciegas de espanto.
Pero yo lo que quiero es caminar sobre la acera
con los pies desnudos
y atrapar la lluvia con el rastro que dejan las estrellas.
Quiero sentir el tacto caliente de una voz que se aproxima
y apreciar el aliento de un «acércate»
sin ruido ni dobles sonrisas.
7.
La luz se hizo de cristal cuando atrapamos al equilibrista
traído de otros mundos y otras tierras.
Se hizo añicos, trizándose por entre los dedos de mis pies
[y de tus manos.
Y apenas reconocí el milagro de tus besos
no pude dejar de volver una y otra vez
a la cálida comisura de tus labios,
al suave rincón de tu cuello
donde siempre quise encontrarme.
8.
Anoche soñé que huían las sirenas.
Desangraban luces por las avenidas de la ciudad
al ritmo de los latidos de los astronautas.
Anoche soñé que se acercaba la distancia
y no comprendí por qué mis huesos no dejaban de aferrarse a la tierra
a pesar de todos los intentos de despegar mi piel
(lo conseguí cuando ya no me restaban silencios
ni evocaciones infantiles).
Anoche soñé que una mano me rozaba.
Y creí ser tú.
Un cuerpo que no era el mío
hecho de mi cara y de mis huecos
intentando imaginarme desprendido de mí.
Anoche soñé que soñaba con el último milagro.
El de ser soñado por tu sueño
para al fin…
dejar de soñar.
9.
Están muertas. Lo sé.
Nadie me hará creer lo contrario.
Ni los desusados aguaceros corrompidos
que noche tras noche
no dejan de golpear corazones sin sangre.
Ni los pájaros henchidos de tristeza
que van de hielo en hielo exigiendo poemas de amor.
Ni las turbias pupilas de las desconocidas que van sangrando luz
por los filos de sus pestañas.
Ni tan siquiera tú.
Que me dejó asombrado como rocín flaco
pálido y ausente.
Están muertas. Lo sé.
Arrancadas a pedazos por ignorantes
que fingen ser poetas
de nueve a dos y de cinco a ocho.
Pese a todo yo intento la resurrección.
A veces lo consigo.
Solo un instante.
El tiempo suficiente para verlas volar.
Entonces lloro al verlas caer.
Y nadie.
Ni tan siquiera tú.
Me hará creer en lo contrario.
10.
No pertenezco a los espejos
ni a la mirada turbia de las cancelas.
Estoy falto de besos prometidos
y de caricias por debajo del café.
Trato de acostumbrarme al mundo
sin que el mundo se acostumbre de mí.
Por eso calzo zapatillas que me quedan
[grandes
y narices de payaso que no se ajustan a mi piel.
Supongo que la vida es de los conformistas…
Yo solo sé conformarme con la vida
a pesar de que a veces te haga caminar sobre cristales rotos.
11.
La noche es azul.
Azul espejo de tardes dormidas
con la ausencia triste de las luciérnagas
y el llanto lejano del último dragón
que atravesó nuestras cornisas
en busca de la historia
que narrara su final.
12.
Ser voluble a instantes que marcan dentelladas secas y pacientes.
Convivir con el eco prófugo
que marcan las distancias entre tu piel y la mía.
Capturar mi alma errabunda por el reflejo de tus palabras.
Habitar bajo tus párpados cálidos y francos
es la esencia cierta de mi cuerpo deshuesado.
13.
Era una mañana pegajosa de verano
donde el tiempo se difuminaba y se retorcía
hasta deshacerse en milagrosos copos de cristal.
Sus pupilas
aún no desgastadas
aún en luz
atrapaban el silencio en cajitas azules
para cuando llegaran los gritos y las máquinas inservibles.
Se sentaban con sus rodillas desnudas ante las miradas de las espigas
intentando apreciar la magia de lo inútil.
Jugaban a no jugar al amor.
A imaginarse el uno en el otro
en constelaciones de papel y burbujas inquietas.
Yo las apreciaba desde lo imposible.
Desde el mismo lugar donde surgen mis derrotas
y mis deseos cumplidos.
Las veía anhelantes de soñar a los que no sueñan.
Eran solos.
Parecía que nada más existiese
salvo ellos y sus sombras.
Mas existía…
Una nube negra avanzaba silenciosa y grave
como el dolor de una muerte recién creada.
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