El ave más rara

El ave más rara

Lana Oros

08/09/2018

Ella se alejó en una noche de tormenta aún sabiendo que tal vez; no sobreviviría, extendió sus alas e intentó planear, porque había olvidado como volar.

Aguardó bajó las anchas hojas de un caracolí; mientras la lluvia cesaba, miraba aquel lugar con añoranza; amaba cada flor, cada espina de la que fue su guarida; pero el aroma ya no era fresco allí, así que tuvo que huir.

Pensaba que algún día mejoraría, por eso esperó pacientemente; sin darse cuenta que la maleza había cubierto la puerta; quería salir, pero ya no tenía las fuerzas, había sido débil tanto tiempo, que había olvidado cómo ser fuerte.

Ella se marchó un día tan oscuro que parecía noche; con la lluvia tan fuerte que parecía tormenta; tenía miedo, se abrazó a sí misma envolviéndose en sus alas para abrigarse; pero más para consolarse, mientras acampaba bajo el frondoso árbol de caracolí.

Todo empezó en una mañana que no salió el sol; mientras se encontraba esperando tranquilamente, porque sabía cómo hacerlo, cuando unas grandes gotas que se colaban por las fuertes ramas golpearon sus sensibles ojos; -son sólo lágrimas, -¡Creyó!, Levantó la mirada desinteresada y su expresión cambió.

Le gustaba mirar el cielo por los pequeños espacios que le dejaron las ramas; le gustaba que la luz era suave allí; le gustaba la combinación de aromas y colores de las exóticas flores. Nunca nadie la entendió, -es el ave más rara -decían, porqué no volaba con las demás; sólo era ella y su enredadera, era muy feliz.

Ella se escapó por ese pequeño espacio que hizo más grande la tormenta; debió esperar un poco más; pero estaba ansiosa, esta vez no pudo aguardar, y cruzó aquel obstáculo hiriendo sus alas; mas no le importó, y voló torpemente hacia el viejo árbol de caracolí.

Entonces dejó de llover; miró por última vez su hogar, que de lejos parecía brillar por las gotas como el cristal, que aún posaban sobre sus ramas.

Ella se marchó sonriendo; eso dijeron, abrió fuertemente sus alas aún lastimadas; voló tan rápido, cómo si entre más se alejara el dolor cesará; de nuevo recordó como volar, y como ser fuerte, y siguió alejándose más y más sin mirar atrás; para olvidar el camino de regreso aquel lugar…

No te canses de amarme

No temas por mí; que yo ya temo bastante por mí misma, tengo miedo a tantas cosas; pero más al tiempo, en cómo se resta a la vida sin darnos cuenta, y tal vez no nos alcance para cumplir nuestros sueños; que el destino nos depare no más que esta rutinaria y simple existencia; con breves momentos felices, yo sé que vivir así es agotador; pero no te canses de amarme, ¡Porque amarte!, Me ha salvado la vida.

Hoy no era mi día.

Hoy no era mi día, lo supe desde el momento que no encontré las medias que le hacían juego a mi ropa nueva.

Hoy no era mi día, había salpicado la blusa con café, y cuando intenté lavar esa parte, la mancha se hizo más grande; pero lo descubriría muy tarde, lejos de casa después de secarse.

Hoy no era mi día, me convencí cuando empezó a llover; mi ropa era en tonos claros, no alcanzaría a llegar a la parada de autobús, cuando un carro no identificado; me habría lavado.

Hoy no era mi día, estaría tan nerviosa, dejaría caer mi lápiz, no alcanzaría a recogerlo; él siempre tan amable, se me adelantaría, y descubriría mis medias impares.

Hoy no era mi día, estaba pronosticado, que algo sucedería; volveré a la cama y veré la tele, mientras me tomo un café caliente. Las noticias anunciarán los acontecimientos del día, ¡Tormentas eléctricas, inundaciones!, O… ¡Tal vez no! Pero por si acaso, me quedaré en casa y esperaré a mañana…

Volveremos a vernos

Volveremos a vernos un día cualquiera, antes que termine agosto, y sus fuertes vientos despojen de sus hojas a los viejos árboles, cuando asome la última puesta de sol, oh la noche se vista de azul profundo con destellos, quizás en ese momento, coincidamos en algún lado.

Una mañana normal, en donde la gente viene y va de todos lados; podría ser, que tomemos caminos cruzados, ¿Por qué, no?, vivimos en la misma ciudad, en barrios cercanos, pronto nos sorprenderá el destino en el instante preciso; volveremos a vernos, ¡Lo sé!, Porque te estaré esperando.

Y si acaso la casualidad nos burla, ya sabes donde encontrarme, en aquel lugar, sentada bajo el árbol, donde llueven pequeñas flores amarillas…

Sólo quiero…

No quiero ser tu esposa.

No quiero ser la madre de tus hijos.

No quiero que me presentes a tus padres.

No quiero ser amiga de tus amigos.

Quiero ser tu motivo de estar feliz y que tus ojos brillen cuando me veas; entender lo que te inquieta, apoyarte en tus sueños, tus metas, poner color en tus mejillas; yo sólo quiero alegrar tu vida.

Pasear por lindos lugares, disfrutar de las mismas cosas, burlarnos de aquella gente, sorprenderte todos los días.

Comer galletitas con chocolate caliente en un gran sofá, viendo las viejas pelis que nos recuerda una tierna edad; las épocas que no vivimos, y nos traslade por un momento al tiempo que no llegaremos.

Quiero correr contigo en la lluvia, brincar los charcos, que me lleves en tu espalda y rozar nuestras caras con las hojas mojadas; sujetar tu mano fuerte, tan fuerte, para que el destino de ti no me aleje; yo sólo quiero hacerte feliz… Y que tus ojos brillen cuando me veas…

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