Entonces pude desearte lento,

perdida entre escombros de tu cordura.

La bandera ondeaba inquina muda

y el tiempo rechazó el remordimiento.

Escuché la llamada del deseo

transformado en los hijos del destrozo.

Logro sobre ruinas frente a mis ojos

y el vacío contemplo mientras muero.

Las huellas del diablo belicoso

ensuciaban su pulcro derrotero.

Mas de sátiros entiende mi infierno,

seres que portan las alas del odio.

Y por siglos vagué sin direcciones,

acompañado por seres de fuego.

Yo, exhausto, al súcubo anhelo

cuestionar si el origen fue sincero.

Recorrí oscuridades sobrehumanas

esquivando el real de los rencores.

Mis luceros vomitaban tensiones

en la cúspide del humano en llamas.

Ahora el cataclismo de mis visiones

yace mutilado con los desperdicios.

Los caracteres mutan en resquicios

de la corona de las decepciones.

Guardando luto por el ser añejo

me manché abundante de negro el juicio.

Más no ataño a este falsario suplicio

pero yo sigo llevando los cuernos.

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