¿Quién eres tú, viajera de las estrellas
que has venido a perturbarme?
nunca fui feliz en mi silencio bajo ellas,
pero aceptaron tenerme bajo su luz
y nunca más fui desgraciado.
Me acostumbré al susurro de los cipreses, viajera
me acostumbré a su lenguaje;
mi cuerpo se fundió en la tierra para olvidar
e intentar saber qué fui en los milenios.
Sordo y ciego de cuerpo, pero vivo de alma,
junto al alma de las cosas, de la lluvia y del viento.
De repente algo cegó con su luz mi entendimiento,
bajaste vibrante como las auroras
apareciste con tu majestuosidad, tu poder y tu gloria
quebrando mi quietud
y haciendo que se levantaran las losas de mi descanso,
de mis meditaciones y de mis desvelos.
Envolviste en luz las penumbras de mi estancia
ahuyentaste a mis amigos los duendes,
que eran remisos a serlo,
vaciaste mi corazón de seres milenarios
para ocupar tú el lugar que ocupaban ellos.
¿Por qué a mí vagabunda majestuosa?
¿Por cuánto tiempo es tu estancia?
¿A cuantos seres has poseído?
tu belleza y poder son inalcanzables,
¿A cuantos hiciste fugazmente felices
y eternamente desgraciados?
Vagabunda de las estrellas…
me has vencido con tu poder.
¿Qué se siente siendo la reina de las estrellas?
¿Qué se siente siendo la dueña de las almas?
¿Qué harás con tantas almas infelices,
a quiénes arrebataste la quietud y la paz?
Quédate a mi lado, viajera de las estrellas.
Hazme fugazmente feliz,
hazme quizás, eternamente desgraciado, viajera.
Espero sabrán perdonarme en los tiempos por venir,
mis amigos eternos, la lluvia, el viento, los cipreses,
los duendes que habitaron mi alma.
Pero hazme un favor, viajera,
cuando vuelvas a las estrellas,
diles que vuelvo a estar solo,
que se apiaden, que gasten un poco de su eterna luz
para hacerme sentir, de nuevo, en silencio.
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