¡OTRO VIACRUCIS!

¡Basta ya!

Niño soy trazando esperanzas adultas.

Siento cuidados, me engolosinan los halagos.

La leche hostiga mis huesos, los huevos se me atragantan

y el sermón: “Crece sano y fuerte” no les creo ya…

Deseo ser niño, nada más.

Pulula el monóxido, y me prometen salud buena.

Una selva de virus y amebas acechan mi vida

y una caterva de salvajes y sabandijas hombres

depredan los bosques secos, compañeros de mis juegos.

¡Cómo quieren que sea feliz!

¿No les desespera la infantil cólera? ¿No les alerta las exacerbadas protestas?

Familia retozona

En la fresca mañana, el vigilante del presuntuoso quiquiriquí,

anima a picotear la tierna hierba, aunque después cisquen el gras.

Pregona su alegría, se percibe dueño de la retozona familia,

y vuelve a cantar escuchando el cotidiano himno al alimento bueno.

¿Recuerdas la algarabía de todas?

Llegabas y alegre nos perseguías, tus inocentes carcajadas fascinaban.

¡Ay! ¡Felices en tus brazos! Tus manitas de esponja en la cresta, en el pico;

y tus deditos debajo las alas hurgando entre plumas algún bicho entrometido.

Los pollitos crecen y hasta juego con ellos,

los abrazo y pinchan con delicadeza mis dedos.

Siento cariño y pena, y lloro cuando me embuten de huevos,

o suavizan con caldo el suculento estofado.

Así es la vida pregonan: “Unos nacen, otros mueren”…

Y me siento ogro de pollos…y voy aceptando

“Así es la vida: unos mueren, otros nacen”.

Los nuevos dioses

Amados pollitos, la vida ha cambiado

para bien, dicen unos: abundante carne y miles de huevos.

No les voy a negar, la euforia se apodera de mi hambre

y obsesionado por el calcio y proteínas

miles de huevos y kilos de carne ya están en mí.

¿Se habrán transformado en mejores y resistentes huesos,

en voluminosos y elásticos músculos?

La riqueza acumulada ha creado nuevos monstruos.

Mis amados pollitos son su fortuna.

Se acabó la mezcla de colores, no más el sol,

la conjunción del verde y amarillo.

Se acabó su deambular libre por el prado, la búsqueda del árbol protector,

su oasis de sombra… ¡Industria avícola, maldita!

El dinero y la ambición olvidan tu natural presencia.

Ahora, máquinas solo son.

Los machos, carne de cañón; y las hembras, engranaje de producción.

Vivo confundido: “Animales civilizados respetando leyes naturales”,

hombres salvajes destructores de lo bueno,

soberbios y enceguecidos por el progreso, la competencia y el dinero.

Nuevos dioses arrasan sentimientos,

confinan a pollitos, gallinas y gallos en largas cárceles,

apiñándolos en sembradas y diminutas celdas

despojándolos del ir y venir buscando alimento.

¡Cuántas privaciones! ¡La libertad cercenada!

¿Estará su protesta ensordecedora en sus piares rebeldes?

¡Cuánto sufrimiento!

Su imagen campesina ha ennegrecido.

El gran “agrobussines” controla costos e insumos baratos

El “contante y sonante” llena la avidez y el afán de lucro del mercader,

te condenan a vivir en galpones opresores;

al fin y al cabo, son máquinas de abundante producción

aunque tu carne sepa a yesca sin sabor.

MAMÁ GALLINA

Pollitos de infortunio, ¿han visto a mamá ponedora?

Su cercenado pico jamás agujereará la tierra,

los alambres agarrotan sus patas, ya no puede reposar;

la impertinente luz artificial lo impide.

Ya no osan deambular ni del natural día gozar.

Están prohibidas de darse vuelta.

¿Aletear? ¡Imposible! ¿Gozar del barro? ¡Nunca!

Ciscarse libremente, peor.

Pisar la tierra, jamás.

Empollar sus huevos, no.

¡La incubadora las ha desanimalizado!

Trocaron tu viejo corral en organizadas fábricas,

y sus cárceles pésimas condiciones anuncian.

La polución del aire y agua en el ambiente cunde

como amenaza letal para tu vida y la nuestra.

Una nefasta existencia te espera:

el tacaño espacio de superficie inclinada prohibirá tus naturales quehaceres

mientras raudos huevos en la canaleta colectora

avivarán la insaciable voracidad por el dinero.

Eres ya una máquina viviente.

¡Qué triste vida la tuya! Pierdes plumas,

te vuelves débil y el estrés te aprisiona.

¡Gallina ponedora, qué infausta vida la tuya!

Gallina ponedora, tu alimentación escasa y extraña:

indiscriminado uso antibacterial, anuncia hormonas y toxinas acumuladas:

¡Peligro! ¡Peligro para ti, para mí!

¡Cómo eternizan tu sufrimiento! Y ni siquiera te rebelas.

Mira a las otras ponedoras comiendo su soledad,

inmovilizadas en el pequeño espacio, son estatuas del temor.

¡Qué ignominia! ¡Qué perra suerte, ponedoras!

Gallina ponedora, agresiva te vuelves.

Sientes rabia; las heridas de insectos carcomen tu pico.

El inhumano explotador y su caliente lámina te mutilan

hueso, cartílago, vasos sanguíneos y tejidos blandos;

disque curarte quieren y asegurar tu producción también.

¡Cómo sufrirás las dos veces que has de soportar esta sádica operación!

¡Valiente eres!

A pesar de todo, no mueres de hambre y

tu superproducción premia al verdugo.

La debilidad te invade y aceleran tu fin.

Con sobreanimal esfuerzo patentizas el deseo de vivir y aceleran tu fin,

problemas hepáticos exacerban tu calvario y te desechan al fin,

mientras extraños y balanceados alimentos contaminarán el buche colectivo

preparando la súper producción de carne y huevos a discreción.

Tu pasión y muerte

La inmisericordia y dureza del transporte fracturan tus huesos frágiles;

y en el matadero, la mezcla de tu carne con plumas y añadidos fecales

se convierten en oscura y apestosa pasta, alimento para otros animales.

¡Qué fatal vida! ¡Cómo podan tu maternidad!

¿Sabes por qué no creces? Tu esfuerzo ponedor lo impide

y no envidies a los gordos pollos que a las ollas directo irán.

Pobre ponedora, sufrirás osteoporosis

por la cesión del calcio.

Y así te envían al mercado.

¡Qué trágica suerte la tuya!

Gallina de los miles de huevos, ha llegado la hora

y tu inutilidad forzada te confinará al camal

La muerte anida las granjas avícolas.

Un solo año basta y miles de millones se crían y se matan.

Sufren animales, hombres y mujeres trabajadores;

impíos contratos, cadenas de ignominia,

matan la dignidad y vitalidad,

mientras los cicateros gozan el sudor de todos.

Invaden los gases peligrosos, nubes de foscas partículas,

dolores y crónicos malestares, trastornos respiratorios,

complicaciones cardiovasculares y lesiones de esfuerzo repetitivo.

La salud se resquebraja.

Ya no hay trabajo merecedor porque el quehacer oprobioso

consume voluntades y trunca posibilidades.

Depredadores

Trabajo duro y bajos salarios sin lugar a queja.

y desposeídos de sensibilidad, depredadores son

de pollos machos en incubadoras.

El exiguo salario, señuelo perentorio,

anestesia de crueldad y motor de locura, asesina

pollos enfermos, lisiados o debilitados.

El contexto insalubre, una muerte anunciada.

Acumulación de orina y estiércol, bajo los pisos enrejados,

abrazan el tracto respiratorio y fustigan con resequedad la fresca piel.

Los ojos sin pena lloran, las náuseas ahuyentan el hambre,

te invaden el vértigo, la confusión, el mareo, somnolencia, debilidad

dolores de cabeza o tos crónica;

y aunque no lo creas,

el sulfuro de hidrógeno tu muerte vaticina.

Muerte cariñosa con buscadores del sustento diario

ajenos a la voracidad del monstruo y abrazando su resignación,

enfrentan labores diarias con tinte de repeticiones,

he allí los fuertes y inveterados dolores musculares.

¿Qué puedo hacer en tu favor?

¿Cómo acabar este triste espectáculo?

A pesar de todo, no desmayas en tu lucha, y quieres arrancar al felón

un salario justo, tu única riqueza.

La medicina te urge la renuncia al trabajo.

Carezco de capacitación es tu clamor:

“Solo sé cuidar, seleccionar y matar pollos”.

“La sociedad me abandona y me obliga a trabajar en la ignominia”.

“Debo trabajar a costa de mi seguridad; y

aunque el sustento para mi familia fuerza el cese de mi lucha,

solo sé que mi desgracia será el dedo que acusa y señala

las desmedidas ganancias del endriago”.

“¡Hasta cuándo esta situación durará!”.

Las fauces del gigante

¿Por qué siempre todo debe ser así?

¿Existirán formas de enfrentarse a la vorágine de la nueva y disimulada bestia?

La demanda global de carne y su factoría industrial aumenta.

La revolución pecuaria hace tiempo empezó.

¿Agonizarán las pequeñas granjas y sus recuerdos serán fantasmas?

¿Quiénes sus beneficiarios? ¿El medio ambiente? ¿La diversidad genética?

¿Los pequeños ganaderos o agricultores?

¿Obtendremos seguridad alimentaria?

Los animales, ¿ganarán bienestar?

¿Acaso, un mejor nivel de vida para los trabajadores?

El enemigo está al acecho y el mercado cada vez más global

exige la retirada de la pequeña avicultura rural.

Cada vez el mercado se cierra y obliga al cambio de rubro,

y los avicultores independientes ya no pueden competir,

las fauces del gigante lo quieren todo para sí.

¿En qué me he convertido?

Querido niño, el dolor de mis recuerdos

entumecen mis nervios y mis dedos como garfios,

intentan atropellar mi cabeza de exiguos cabellos,

La ira enerva al adicto a la carne de pollo contaminada.

¿Qué cómo caí en sus garras?

Mis ojos celestinos prefirieron el volumen de la presa,

a la fina, estilada y elegante del pollo de mi corral.

Y mis gustos cambiaron.

La sabrosura de mi ave de corral deliciosamente ingerida

se vio relegada por el traidor afán de consumo con tal que llenara el buche.

Hoy me tienes luchando

y el cambio de dieta me va ganando.

Es difícil, mi querido niño,

pero poco a poco, poco a poco mi estómago se va llenando y

la alimentación proteica y sana ha vuelto a mi vida.

¿Qué cómo me liberé de sus zarpas?

Mi cerebro, niño, mi cerebro actuante

en experiencias totalizadoras, creadoras

a través de mis neuroconductores,

productores de nuevos aprendizajes significativos.

El camino recorrido no fue fácil.

Mi terco estómago se resistía,

se llenaba rápido con la nueva dieta

y me dejaba la sensación de hambre insatisfecha.

¡Qué sensación de tortura!

Mas la voluntad estaba acerada,

el paladar creaba novísimas delicias

y la solidaridad de mi cuerpo

cantaba: “estás en el camino correcto”.

Mi cerebro había vencido.

¿Qué hacer?

Hombre niño,

¿Necesitas evidencias del potencial enemigo?

¡Cuidado!

Estamos ingiriendo carne de pollo infectada,

los altos índices de E Coli pululan por doquier.

¡Cuidado!

El pollo contaminado está.

El medio ambiente evidencia una contaminación fecal agresiva,

las heces alimentan aguas y suelos.

¡Cuidado!

¿Qué hacer para voltear la tortilla?

¿Cómo acabar con los nuevos monstruos?

¿Liderar la defensa de nuestra salud?… ¿Quiénes?

¿Las granjas familiares, la alternativa?…

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