Ellas están idas,
aquellas
que lloran
en mis días de lluvia
Veintitantos años que
tus suaves ojos
abrieron curiosos
mi sentido del siempre.
Y todos mis
sin embargos
gotean desde mi
cansado corazón,
y las excusas se desvanecen
como lo que transpira
en el aire.
Solo tu nombre
tu apodo
sigue danzando en
recovecos silenciosos
rescoldos a soplar
mis labios los musitan
sin correr, sin pausar.
Aquellas idas
hacen espirales en
mis venas, y tus colores
me despiertan
Los árboles en ventanas
los suelos amaderados
me desgarran
Mis fiestas inconclusas
mis caminares a vos
tiritan
Cielos
de seis signos.
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