En la imperfección de mis emociones,

en las heridas de mis tropiezos,

en el dolor de mi alma y las fisuras de mi espíritu,

está sellado tu nombre con amor.

En el mal del mundo,

en la mentiras del timador,

en el odio de naciones,

está tu amor.

Reconozco tu dilección en mis caminos,

reconozco tu felicidad en medio de la tristeza,

te reconozco como la luz del mundo y la cura del dolor.

He fijado mis ojos en ti Salvador,

y el mundo ha desaparecido,

los ojos que me acusaban, se han apagado,

las palabras que herían, han callado,

y mi dolor ha sido saciado.

Hoy sigo en el mismo mundo,

pero aferrada a tu mano Cristo,

plantada en tus veredas,

regocijándome en el beso que abraza mis mejillas,

en el abrazo que reconstruye mi Espíritu.

Hoy encuentro mi felicidad en las heridas,

pues en mi debilidad es manifestado tu poder,

y solo en tu corazón yo confiaré.

Gabriela Melo.

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