Mis Grullas de Cartón

Mis Grullas de Cartón

«Dejar que mi lápiz hurgue,

sobre el folio olvidado.

Dejar que corte y abra,

su pecho blanco,

y dejarme al fin que yo vea,

el siguiente latido, de su corazón».



I


«… yo les ataba miles de mis fantasías a su suave planeo,

a ese resbalar de alas abiertas,…»




Abatido.

Sorprendido … ¡Mi cielo ha estado repleto de grullas de cartón!

Prendidas como un broche.

Llevan ancladas al azul toda mi vida.

Sus cuellos largos como juncos se enredan secos,

sin el brillo de aquel verde en que creía.

De momento llega el aire y las inclina …

… no sé,

no es lo mismo cuando yo creía, que eran vivos pájaros elegantes,

repletos de plumas ligeras,

acostadas unas sobre otras,

escondiendo su alargado cuerpo de flecha con ojos pequeños.

Yo ponía arneses a sus largos cuellos,

con la seda de una rueca, que se deshirvanaba,

al ritmo de sus anoréxicos vuelos. Estáticos, antiguos, detenidos como una fotografía en blanco y negro.

Cuando la hilandera iba a llenarse de algodones los ojos,

en el campo moteado de copos blancos, redondos y mirada de tela…,

yo les ataba miles de mis fantasías a su suave planeo,

a ese resbalar de alas abiertas,

para que no murieran, en la oscura oquedad de mi cabeza.

¡Volad, volad!, ¡No regreseis!

¿¡No veis que voy cargado de quejas, chorreante de añoranzas, repleto de lamentos, tatuado de desesperanzas… !?

Mis grullas de cartón se me asemejan.

Yo he cruzado el azul celeste,

crujiendo, delgado y seco, como un papel que se queda sobre la mesa,

aunque haya soplado la ventisca,

prendido como un broche, como ellas.

Sí, soy también una foto grisásea, estática, sin dedicatoria, que pesa lo que una sombra gris,

que pasa por encima de la vida, sin romperla,

sin despertarla siquiera.

Me guardaré dentro de una armario oscuro, con llave, detrás de la última percha … , pero ésto es de otro poema que espera, planeando sobre mi cabeza.

Hoy somos mis grullas y yo.

Hoy son opacas historias, que se creían nuevas,

y vuelan estáticas, al ritmo de un viento, que no llega.




II


No comprendo esta parte de mi vida,

la comparo con el mar y sus existencias eternas.

La mía, mal herida.

Él, preso entre orillas de arenas,

y por su encima,

el inmenso vuelo de alcatraz.

Yo, entre barrotes de silencio y más arriba,

un trozo de luna muda.


III


Si mañana fuera el día, que yo querría que fuera,

abriría las persianas, y en el tumulto de voces,

encontraría la tuya, extraña.

Nos sentaríamos a la orilla del lago,

juntos como antes,

sin sentirnos distanciados.

Hoy vives en el horizonte,

y yo soy el que está mirando, su raya perfecta.

Espero que mi dignidad te avergüence.

Pero no me salves de esta libertad condicional diaria,

que me lleva a ti.

Ojalá que se me quite,

el deseo de saltar de tus evocaciones,

al final del día.


IV


Lo único verdadero fue el jardín,

en que se enterró la raíz,

despeinada se durmió.

Por eso siempre vi sus flores secas,

alejándose de la rama extenuada.

Al menos no puse fecha de inicio a este encuentro,

hubiera sido, entonces, inmortal.

No sólo yo,

los que tenemos que olvidar,

morimos siempre en la pira,

los primeros.

Pero los que tienden a volar sobre la vergüenza,

en polvos de sombra,

caerán sobre el suelo,

y no volverán al alma otra vez.


V


Yo soy feliz en el pasado,

es un camino con árboles que me distraen,

con la luz cayendo de frente.

Esa buena luz que, sin quererlo,

quema la piel que traigo a cuesta.

No tengo ninguna pista, para comenzar de nuevo.

Sólo he aprendido a vivir de prisa,

para que esta vida sea,

al menos,

un sueño momentáneo.


VI

Parezco árbol, sino bate el viento.

Inmóvil,

anclado siempre a mi raíz,

me hundo inclinado,

divagante y siniestro a veces.

Que no hizo caso a las pequeñas muertes, posadas,

en la tierra que rodeaba el tronco,

con un fosal callado, y gris, y todo …

Cuando desperté,

blancos acordeones, lechosos,

silbaban,

rumiando hojas,

tragando sabia.

Ay, ¡Sin vuelo nunca!

¡Jamás con alas subiendo el aire!

Sólo reptando como serpientes mudas, o lentas, o muertas.

Solamente eructos de nichos verdes,

sólo alzando, sus claros hocicos al cielo,

aullando mantras,

el blando coro.



VII


Un Haikús gigante se lanza al vacío,

abanicos estropeados, son sus alas.

Su volar huele a encinas,

y su textura es de manzano.

Absorto, choca contra un árbol,

crujió la madera.

Nieves de pétalos, lloviznas blancas a granel.

Se desenredó el carretel.

Cae la madeja de hilos suaves,

que guardó la mariposa aquella vez.

Y casi con todos sus deseos, de ala y vuelo,

llegó al suelo, sola,

por única vez.

VIII


En mi último tiesto me marchito,

inexorablemente.

Goteos de hojas, pocas,

descienden en un corto vuelo.

Se posan,

y enseguida las barren todas.

Este viento me recuerda a un jardinero.


VIII.I


Mi compasión se desbordará,

cuando tú, te hayas marchado.

Está atestado mi pantano,

olas rebosan mis bordes,

listas a enjugar y acompañar.

Sólo te llevarás mi lástima insípida,

mi pena fósil, que ya no ofrece secretos.

Mi intuición te ha descartado.

Fuiste un río que fluyó un corto tiempo.

Mi poesía, fue la comunicación que no entendiste,

a pesar, de que sus palabras, terminaban,

con el tono suave, conque entorno,

mi ventana abierta.


IX


Mi corazón es un bonsái,

pequeño, gastado,

barrido por un falso viento.

Mojado por minúsculas gotas,

de una lluvia tierna, recién parida,

que aún llora cuando se pierde,

entre riscos y oquedades oscuras.

Tajantes cortes, podan mi alma.

Mi llanto es también miope.

Ínfimas gotas, que no se aprecian,

presentimientos de rocío y alba.

No hay frutos que corran por los senderos,

mordidos, chupados.

Y mis flores,

leves, mínimas, menguadas;

caen de las ramas,

a poca altura.

Y el breve tiesto que me contiene,

es sólo el pecho, donde se esconde,

inútilmente,

mi gran derrota.


X


Qué vergüenza,

los glaciales se convierten en ruinas de agua,

y burbujas muertas,

que se extinguen con el mar.

Se evapora nuestro setenta y cinco por ciento

y las ofrendas de agua,

que estaban en pleno vuelo.

Fui al puerto y cazaron la última ola que había.

La única nube se estremecía, agonizaba en el suelo.

Una jaula esperaba seca.

Yo volví a llorar sólo sal.

Los cuencos llenos,

son la metáfora del río.

Ni más ahogados, ni vértigos,

ni paraguas olvidados.

Sólo lluvia de polvo,

y mi sed eterna,

frente a la tumba del río,

y el silencio imparable de sus orillas,

delante de mí.


XI

Sobrevivirán mis versos,

en un corto espacio, unos sobre otros,

casi perennes.

Mi vergüenza será la flor marchita,

sin agua, seca,

cansada de sol y noches que no cesan.

Las ruinosas aguas mojarán la tierra,

Mi exiliada alma temblará seguro,

las largas raíces del árbol de la izquierda,

abrigan mi cabeza de humo,

en estas noches de piedras.

Tal vez seré más tumba vacía,

sólo niebla,

que carne que vagó en la tierra,

sólo piernas.

El agua no ha borrado, mis pensamientos aún,

en esta oscuridad de párpados cerrados.

Más de tres mentiras dejaré detrás de mi existencia,

quedará la huella de mi ángel blanco y mudo,

y mi mano negra, moverá sus dedos negros,

y mis poemas ahogados,

flotarán seguros,

en alguna hoja quieta.

Recorrí los curvos caminos asfixiado,

sólo me detenía en los puentes quebradizos.

Miraba al río, la frialdad del precipicio,

y la asonancia ingrata de la orilla,

que albergó la trampa que secuestró mi vida.

Moriré donde tenga que morir,

y mil años más tarde,

el suelo sangrará por la misma herida.

Si un minuto antes hubiera conocido tu esencia,

un minuto antes hubiera comenzado a ser infeliz.

XII

Atrapado


De esa ventana cuelga tu rostro con sus ojos agotados,

detenidos en el oscuro callejón de tu deriva.

Esperando de perfil miras,

los inhóspitos adoquines que lo cubren,

resbalosos, húmedos y grises como la piel de tus mejillas.

Cada vez te pareces más a aquel, en el que pensaste

que serías un día:

flaco, lento y repleto de fracasos,

de pensamientos inertes,

sin brillo y con cierto halo de amargura y resignación.

Tu tiempo es más quebradizo que la porcelana,

se ha cuarteado con un golpe seco,

y ya no puedes pegar sus bordes imprecisos.

Sólo te queda vivir sin valentía.

La vida te tomó prestada tu sonrisa, e hizo de ella un cometa azul,

que se confunde con el cielo y no la encuentras.

Tu mirada extenuada, y tu frente exprimida, siguen yertas.

De tu cabeza penden unos recuerdos gastados,

con los colores que no tuvieron nunca,

esos manojos de nostálgicas traiciones,

parecen péndulos que van y vienen,

que van y retornan,

que van y regresan,

sin poder hacer nada más que repetirse.

Y sin embargo,

tus ojos aún miran hacia afuera,

en un rostro de perfil,

cautivos,

por ese trozo de pared, que da al oscuro callejón,

y que seguramente,

han olvidado,

desde hace tiempo,

que algo esperan.



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