El viento mecia tus cabellos
y tu me agarrabas la mano.
En nuestros pechos, aquellos
una promesa de amor, no en vano.
Tus labios de sabor a durazno maduro
se posaron sobre los míos
y un hondo cariño me sacó de lo oscuro
y nuestras caricias fluyeron como ríos.
Dos años pasaron de bendicion
y el fruto de nuestro acercamiento,
de nuestro gozo y de nuestra pasion
tuvo su recompensa en un nacimiento.
El de nuestro hijo adorado, Leonardo
y su hermana gemela, nuestra amada Yenifer.
Y tú lloraste pero yo dije a Dios: «Señor, yo no me acobardo»
y con cromosoma extra tanbien te los sabre agradecer.
Cincuenta años de amor os hemos dado
y ahora mi mano que enterro a Yenifer, temblorosa
cierra tus ojos, Leonardo, marchitado
y oigo que me espera el manto calido de la Virgen cariñosa.
Y vuestra madre, Aurelia de mi vida
que ya partio hace años con el Altísimo
me mira desde arriba y a ir con ella me convida.
Mi trabajo está ya hecho y fue preciosísimo.
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