A ti que vives en mis sueños, en mi pasado, presente y futuro… sin conocerte me imagino como eres… e sentido tus manos y tu aliento cuando duermo. Escuche decirme aquí estoy cuando mis días eran lluviosos y grises, pero debo admitir que me gusta caminar baja la lluvia, escucharla y sentir el calor de tu mano… “tranquila no pasa nada”.
A ti que no te conozco, pero te quiero y te pienso, que entraste en mi vida en el minuto exacto en que pudo latir mi corazón, a ti, que aunque suene extraño te conozco, pues he besado una eternidad de labios pensando que eran los tuyos, y he creído mirar cientos de ojos ajenos creyendo estar mirándote a ti (cuando creí que te encontré… cuando te fuiste, me di cuenta que no eras tú).
A ti, que te escondes en cualquier ciudad, en cualquier mágico lugar que he creado para los dos, y jugamos a encontrarnos en la iglesia, en cada escalera, en cada esquina que teme ser nombrada. Que me acerco y… cuando estoy a punto de atraparte, cambias de espacio, cuerpo y desapareces. Porque te estoy escribiendo a ti, y ni siquiera sé el color de tus ojos.
Porque daría lo que fuera por saber si son oscuros, castaños, verdes o azules. Porque daría lo que fuera por saber a qué sabe tu piel, qué forma tienen tus caderas. Porque me matas cada vez que creo haberte encontrado, convirtiéndote en el humo de cualquier cigarrillo cuando me atrevo a fumarte.
Fúmame tú a mí, yo me quedaré para siempre en un rinconcito pequeño de tus pulmones sin hacer demasiado ruido, y llámalo como quieras. El piti antes de un examen, el del café, el cigarrillo de después y las caricias que ello conlleva. Llámame nostalgia por querer tenerte a una edad tan temprana, llámame locura, bipolaridad, esquizofrenia, pero esta noche daría mi vida por conocer la tuya.
Dime, ¿Cuántos lunares tiene tu espalda? Quiero deslizarme por cada uno de ellos, dejando un suave rastro de éxtasis que puedan llevarme hacia tu cuello. Y una vez allí engañar al lóbulo de tu oreja, haciéndolo mío durante horas. Que poco a poco conozca mi lengua y.. en un descuido, llegar a tu boca.
Quiero recorrer tu vientre haciendo un alto en cada gemido, quiero plasmar ese sonido en mi tímpano y recordarlo cada vez que tenga que echarte de menos.
Quiero hacer de tus piernas mi propio parque de atracciones, y que suban, y que bajen, y que me hagan sentir que el tiempo y la velocidad son tan relativos como las ganas de tenerte según sea de día o caiga la noche. Que las sábanas serán nuestro refugio en los días de lluvia, y de sol, y de viento. Y cada vez tengas frío, prometo convertirme en tu verano.
Te podrás bañar en mi playa nudista cada vez que quieras, yo seré tu bandera roja, ese remolino en el agua para sumergirte en el delirio y el morbo más peligroso y adictivo que jamás hayas conocido, la arena que se cuele en cada recoveco de tu cuerpo.
A ti, te estoy escribiendo a ti, seas quien seas. Estés donde estés. Porque algún día te encontraré y serán tuyas mis manos, mi boca, mis ojos. Y no podré volver a escribir en ningún lugar que no sea tu espalda, jamás querré dejar de mirarte mientras duermes. Y levantarnos con cosquillas, y hacer el café mientras te enciendes un piti, y contarnos los sueños aún medio dormidos, y despertarnos con una ducha en la que vuelvas a hacerme tuya. Tuya, soy tuya, sea cual sea tu nombre. Sea cual sea el acento de tus labios o el tono de tu piel.
Soy tuya y aún no te conozco, pero… algún día lo haré. Porque cada vez estoy más cerca, y he estado casi segura de tenerte en infinitas ocasiones, aunque el aire se haya encargado de expandir tu perfume, así como el tiempo borrará la tinta de estas letras.
Porque no fuiste tú el que jugó a buscarme en el puerto, ni fueron tus manos las que recorrieron mis piernas, ni fuiste tú quien me secó las lágrimas en aquel avión ni quien me regaló una pulsera un día de feria.
Pero sin embargo, cada minúscula parte de mi pasado me tienen hoy escribiéndote canciones, inventándome acordes… o diciéndote esto.
Porque cada paso que di con quien creí que eras tú, me acercan a escuchar tu risa, a conocer tu nombre, el color de tus ojos, el tacto de tu piel, las atracciones de tu cuerpo.
Tú serás mi montaña rusa y yo la niña que espera en la cola, callada, tímida y a veces demasiado romántica, pero tú seguirás siendo mi montaña rusa. Y yo… ya estoy esperando en la cola.
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