¿TENEMOS DERECHO A TRABAJAR?
Pregunta confusa, dicha quizás con algo de ironía y un mucho de verdad, cuando llego a la reflexión de este tema enfatizo la tristeza de verme en este momento sin trabajo de forma regular, sin un salario o un pago normal, con el que pueda sustentar lo más indispensable de mi vivir.
Me preparé en la mejor escuela que pudieron ofrecerme mis padres, en un pueblo pequeño, con pocas oportunidades, pero con la única ilusión de que al llegar a ser grande, pudiera con una carrera ser una profesional exitosa; más mentira no pude haber encontrado, pues todo el esfuerzo realizado, no me aseguró un porvenir.
Diplomados, talleres, cursos y especializaciones, una maestría tengo en mi currículum y todo ello no ha garantizado para mí un futuro, fui la mejor de mi clase, mención honorífica y premios que cuelgan en la pared de mi casa, pero ni con ellos he logrado encontrar un lugar digno donde poder trabajar.
Fui premiada cada año como maestra sobresaliente, por ser siempre un ejemplo y brindar un trabajo eficiente, pero todo ello imponía estar de noche y de día, no con la camiseta puesta, ni tatuada, sino más bien que olvidara todo lo que significa vivir.
Las nuevas empresas se olvidan de que tienen trabajando con ellos seres humanos, que tienen sueños y un límite en las actividades laborales, quieren entrega completa, como robots que no piensan y que a todo dicen que sí.
En los medios escritos, logré un premio nacional, por una revista editada con un trabajo que imponía ser editora, fotógrafa, redactora, publicista y hasta repartir la revista en los puntos de interés. Todo por un mismo sueldo, todo por un amor a lo que siempre realicé por vocación más que por un valor económico.
Ni esto me aseguró un futuro de prodigio, más bien llegó a ser un suplicio para quienes yo servía, ya que era un compromiso más que una garantía. Y con todo un simple: “Usted disculpe, eres de verdad sumamente eficiente, no tenemos queja de ti… pero te tienes que ir”.
Cuál es el precio, pregunto, ¿de tener derecho a trabajar? Ahora veo en mis lugares personas con menos capacidades, que a todo dicen que sí, por miedo o necesidad, o porque simplemente inexpertos lo dan todo por un peso, y quienes adquieren experiencia ya no son tan necesarios, pues exigen más salario o también mayor respeto.
Y si llegaste a la edad del conflicto emocional, entre los 40 y 50 ya no tienes más cabida pues ya pasaste la edad que ellos quieren reclutar, a los 35 se acaban todas las oportunidades, ya no habrá quien te abra las puertas de par en par.
Injusticia, falta de derecho al trabajo, incongruencia…no lo sé, pero lo que es cierto es que cada vez veo a más personas como yo, desesperadas por la falta de oportunidades, porque sólo tienen lugares privilegiados quienes tienen influencias y se les ha colocado sin siquiera poner en tela de juicio un poco de sus habilidades, responsabilidad o conocimiento.
Esto es pan de todos los días en mi querido México, un país con grandes riquezas, con grandes oportunidades, pero con gran ignorancia y pocas libertades…
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