«El secreto de la felicidad no está en conseguir más, sino, en crear la capacidad de disfrutar con menos» señaló Socrates, queriéndonos decir con esta frase, que el propósito de nuestra vida no gira al rededor de la cantidad de dinero que acumulamos, o de las pertenencias materiales que cada día adquirimos, sino, en nuestra capacidad de poder vivir bien con poco, vivir satisfechos y disfrutar de la simplicidad de la vida. No obstante, hoy no podemos decir lo mismo, generalizando un poco, hacemos parte de una sociedad que ha colocado al consumo como un sinónimo o factor vinculado íntimamente con la felicidad, haciéndonos creer desde pequeños que lo único que importa en la vida, es eso, tener dinero y acumular riquezas. Desde el ámbito social se nos ha impuesto una variedad de creencias y estereotipos que nos aseguran «aceptación» y «tranquilidad», también vinculando el acto de las relaciones interpersonales y colocando al dinero como factor primordial a la hora de definirnos como «buenos seres humanos».
«Tener» se ha vuelto nuestro motor, esa palabra contiene la sustancia que hoy en día permite al hombre moverse con desenfrenada pasión y desesperación, en la búsqueda de la aceptación por medio de ese sujeto al que aquí me atrevo a personificar, porque en mi vida, lo he sentido así, como un ser que a pesar de ser inerte, le hemos dado la capacidad de afectar fuertemente en nuestras vidas, hasta el punto de colapsar por su ausencia y perdemos toda tranquilidad, esa hoja… ese papel que adquiere un color, símbolos y personajes históricos distintos dependiendo al país en el que circule, y si, no estas perdido, ese ser del que te hablo es: el dinero.
«Eudaimonia» que en griego se entiende como «plenitud» o «felicidad», es una palabra que le da un giro a este texto, que busca explicar el sentido que se le ha otorgado hoy en día al trabajo y cómo este ha afectado al ser humano en su relación consigo mismo y en sociedad. Atristóteles pretendía explicar que el fin último del ser humano era ser feliz, también, exponiendo la naturaleza del hombre como un animal que necesita vivir en sociedad y, por tanto, eran obligatorias ciertas características para así poder convivir en armonía, como él, muchos filósofos de corrientes distintas y culturas lejanas, como Confucio o Buda, hablan del desprendimiento de lo material, relacionando la felicidad íntimamente con la capacidad de disfrutar de la simplicidad de la vida y sobre todo con el desapego de los intereses o deseos materiales, que exponen ser poco fiables y muy malos conductores a la hora de buscar los medios que nos permitan sentir en paz y en tranquilidad, observando estas máximas o propuestas hechas por personas que marcaron en cada uno de los hemisferios de la tierra y hasta nuestros días, los tres pensadores coinciden en que la obtención de riquezas no incrementa tu tranquilidad o felicidad, y si hoy respiraran, se encontrarían bastante indignados con la ética que hoy es ejercida por el ser humano, entendiendo «ÉTICA» como la forma de vivir la vida de una buena manera, incluyendo ciertas virtudes como el altruismo que propone Confucio como pilar fundamental dentro de la vida del ser humano, cosa que hoy parece más milagrosa que común ver actos de caridad.
¿Por qué?, a ¿qué se debe tanta violencia y corrupción? ¿por qué tanto desinterés por la vida misma? ¿por qué existe tanto deseo de adquirir riquezas por ser aceptado en una sociedad? desde mi perspectiva como una joven que tiene poca y casi nula experiencia en el trabajo, pero si es espectadora de lo que este ha logrado hacer en el hombre, reconociendo antes que el trabajo cuando es disfrutado y se hace con amor, es decir, cuando el hombre que lo ejerce lo hace por mera satisfacción y no por obligación, cuando el trabajo es una experiencia en la que se adquieren conocimientos y crecemos como seres humanos, se puede decir que esta es sana y provechosa, pero el estilo de vida que nos han vendido los medios de comunicación y las personas influyentes, aquel con el que nos bombardean a diario, ha distorsionado esa pasión y búsqueda por lo que amamos, a más bien inclinarnos por lo que «nos garantice mayor estabilidad económica por encima de la felicidad individual y realización personal», donde no solo son los medios de comunicación catalizadores de este nuevo estilo de vida, sino también se puede mencionar a la educación, cuya función se ha dirigido estrictamente en crear un modelo que destruye sueños, una estrategia para mantener el círculo vicioso de la pobreza, suprimiendo cualquier aspiración, imponiendo un modelo que solo muestra pocas posibilidades, no explota los talentos y dejan en segundo plano a la felicidad como factor fundamental en las decisiones, afirmación que no se puede pluralizar, porque en muchos países avanzados se ha encontrado en la inclusión la solución y en un modelo innovador que busca formar «buenos seres humanos», la clave para el mejoramiento de la calidad de vida del individuo.
Países como el mio, Colombia, donde se encuentran millones de personas persiguiendo sueños y tratando de sobrevivir, en el cual muchos oprimidos por el modelo que mantiene a los ricos, ricos y al pobre, pobre, buscan otros horizontes que creen les garantizará esa anhelada felicidad, mi familia fue una de esas que sufrió por esa necesidad de dinero para poder «ser felices», pude sentir lo que es despedirse una vez al año de un papa sin saber cuando volvería porque estaba en aquella búsqueda… veo a diario lo que hace el trabajo y como lo consume. Viví en un país que nos dio todo menos felicidad, y hoy, trabajamos por sobrevivir no por vivir, por esto, no encontramos la anhelada plenitud, no la entendemos y pasamos la vida buscándola fuera, aún cuando sepamos que ella yace dentro. No importa en que parte del mundo estemos, ni cuantas veces nos mudemos, más dinero no nos dará más felicidad.
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