Existe la Justicia Divina?

Existe la Justicia Divina?

Ingrid Raudales

24/05/2017

Era un día de febrero cuando Candy, una mujer quien tenía sus treinta y tantos años, encontró una oportunidad laboral en una institución del Estado, su gran amigo de la juventud la había recomendado. Acababa de pasar varios años trabajando en proyectos de desarrollo, que más que estar bien remunerados, le daban gran satisfacción al ver cumplir en otros, sus sueños anhelados.

Estaba débil, triste e insegura, se recuperaba física, emocional y económicamente de un legrado, aquella mujer frágil de sus funciones corporales, todavía mantenía optimismo y deseos de superación, ya que sus hijos y esposo eran su gran motivación; aunque en el ámbito laboral era víctima como muchas otras, del machismo y la discriminación.

Su nuevo trabajo tenía un ambiente hostil, lleno de mentiras y calumnias, acoso frecuente, sin embargo, nunca perdió sus tres dedos de frente. Las instalaciones eran viejas, el equipo obsoleto, el personal poco calificado y los procesos burocráticos. Todo lo anterior, no le importó a Candy y acostumbrada a tomar retos, inició labores sin recibir orientaciones ni manuales, como es común en entidades gubernamentales.

Su jefe inmediato, a quien llamaremos «Víbora», era el clásico déspota, narcisista, bueno para nada, que cree que mientras más señala a los demás y más chismes lleva al Director, más autoridad ejerce.

Sin embargo, por más trampas y obstáculos, la bondad de Candy hacia sus supervisados, la llevaron a ganarse el aprecio y consideración de todos los empleados; motivo para que creciera más odio y desprecio por parte de Víbora, quien con mente maquiavélica planeaba cada ataque, de manera despiadada.

«Pobre Víbora», -pensó muchas veces Candy-, el personal lo rechazaba, se sentaba solo para almorzar, y el resto de espacios de la mesa redonda estaban vacíos y las demás mesas el personal las atiborraban. Habían rumores que Víbora, se comportaba así, porque habría sufrido de bullying en la infancia, o talvez su órgano reproductor era muy diminuto y por eso él descargaba su frustración con quien se pusiera enfrente. Por el otro lado, en la mesa de Candy, los almuerzos eran bulliciosos y amenos, especialmente al ver los partidos Clásicos del Madrid.

Los días fueron transcurriendo y se convirtieron en años, el maltrato laboral se convirtió en costumbre, las lágrimas en silencio se convirtieron en risas, pues encontraba refugio en sus supervisados, a quienes a algunos consideraba ya sus «aliados».

Los días se hacían cortos, aunque periódicamente hacía horas adicionales y sacrificaba tiempo de lo más valioso que podía poseer …. su familia.

Me duele el corazón -con tono de depresión dijo Candy a su secretaria a quien llamaremos «Mosquita Muerta», –he dejado de ver despiertos a mis hijos, tres días en esta semana – y bajando la vista con lágrimas en sus ojos y después de un silencio, dio un ahogante suspiro. Mosquita Muerta, le dio palabras de aliento y la llenó de elogios para alimentar su ego, seguidamente sonó el teléfono lo que la hizo regresar a su trabajo.

Es curioso -pensaba Candy un día- creemos que el dinero es la felicidad, y siempre estamos en busca de ella, incansablemente vamos por la vida luchando y esforzándonos por alcanzarla y adueñarnos de ella. Estaba sumergida en sus pensamientos cuando de pronto, un ruido incesante la sacó repentinamente de su reflexión… era Mosquita Muerta, gritando ¡Candy, Candy! ayúdeme por favor Víbora se está ahogando!, de pronto como impulsada por un resorte Candy sin saber ¿cómo?, se había levantado de su silla, había caminado y se encontraba al lado de Víbora que chillaba cual cerdo asustado, con los ojos rojos a punto de salir de sus cuencas y a su costado derecho, se encontraba Mosquita Muerta, con la cara más blanca que una hoja de papel y rezando a Santa Ursula y las 11,000 Vírgenes y a todos los Santos que conocía Candy y algunos que jamás había escuchado jamás.

Candy estaba en una encrucijada, por un momento pasó por su mente la idea siniestra de retirarse del lugar y ser testigo finalmente de la ansiada JUSTICIA! por todos los malos ratos, enojos, exceso de trabajo, falta de reconocimiento, hostigamiento y enfermedades que había sufrido, a consecuencia de ese ser despreciable llamado Víbora, era la oportunidad deseada no sólo por ella, sino por todos los que habían sido víctimas de su veneno. Sin embargo, no podía convertirse en ese ser indiferente y malévolo, pues su verdadera esencia reluciente, llena de valores éticos y cristianos no lo permitirían, así que en contra de esos pensamientos negativos, le dió primeros auxilios y al poco tiempo Víbora se recuperó del ahogo sufrido, por el residuo de una fruta que había ingerido.

Era por todos conocida la discordia que existía entre Víbora y Candy, algunos decían que él estaba enamorado de ella, y que debido a su desprecio había dado origen a esa incómoda situación. Candy siempre supo que Víbora en más de una ocasión, había intentado despedirla, pero no había conseguido su objetivo por falta de una buena gestión.

Candy amaba inmensamente a sus hijos y esposo y a pesar que el ambiente hasta a ellos los estaba perjudicando, decidió permanecer en ese lugar hasta donde sus fuerzas lo permitieran, tenía varios planes en mente pero sus metas eran primero alcanzar su sueño de obtener un grado universitario, segundo ver graduados a nivel medio a sus supervisados y tercero creía ingenuamente que podría realizar mejoras al sistema.

Finalmente, lo peor estaba por venir… la daga llegó hasta su corazón entrando por la espalda, Mosquita Muerta, ¡su propia Secretaria! con la que había abierto su corazón en varias ocasiones, la había traicionado… la había vendido como vaca con destino al matadero. No fue el despido lo que más dolió a Candy, fue la traición!

La vida laboral es injusta, muchas veces castiga al eficiente/responsable y premia al ineficiente/calumniador.

Candy jamás se arrepintió de sus acciones, vivió el aprendizaje social y sus efectos, pero sobre todo cree en la justicia Divina.

Tuvo la dicha de graduarse y asistir a la graduación de algunos supervisados.

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