Helena inició su ejercicio profesional siendo estudiante de contabilidad, en oficinas pequeñas de consultoría y auditoría y de representación local, por ahí, por los ochentas. Propio de ella fue responsabilizarse de sus encargos, en una época en la que si el jefe no había llegado a la oficina, nadie hacia absolutamente nada. Así que, la joven Helena era inusual.
Al concluir esos estudios, emprendió retos en la gran ciudad. Llegar ahí no fue fácil, pero su determinación, la determinó, tal cual el modo de Teresa de Jesús. Prestó sus servicios profesionales en una oficina de representación internacional, que incluía dentro de su portafolio, el área que ella prefería, debido a su proyección social: los impuestos. Más estudios en el área le permitieron desarrollar sus habilidades para enfrentar la situación financiera de las empresas a la ley, de manera más fina. ¡Que la finura es necesaria para el buen desempeño!
La GYO, SA llamó un día; deseaba la revisión de sus cuentas y correspondientes al ejercicio recién concluido; el jefe del área, destacadísimo en su especialidad, por cierto, envió a Helena. Le pareció que la empresa era inmensa, al comenzar la revisión de sus operaciones; las bases impositivas y los impuestos resultaban altos. Conocedora de las leyes, las reglas y las usanzas fiscales, no demoró mucho en encontrar reducir esos niveles. La correcta actualización de pérdidas fiscales ocurridas en ejercicios previos, amortizadas de la base, permitió eso. La empresa quedó más que satisfecha y así también, el jefe de área.
-¡Cómo has hecho esto, Helena! – le dijo entusiasmado.
-Gracias. No fue tan difícil- contestó ella con cierta humildad.
-Reconstituiré mi equipo y desearía que estuvieras en él. ¿Te gustaría? – la invitó él.
-¡Por supuesto! ¡Sí! – aceptó fácilmente; era mucha la pasión profesional.
El hombre andaba de enamorado con una de sus empleadas, la que miraba a Helena de modo desconfiado; la vigilaba y revisaba con esmero las veces en las que debía trabajar con el jefe de área; Helena percibía el malestar infundado y no era libre, ni estaba cómoda. Experimentó entonces falta de desarrollo; cosas que pasan. Entonces, mudó de empleo. Revisión de bases fiscales, impuestos, pagos efectuados y por hacer y consultoría, fue un conjunto de actividades a su cargo, las que realizaba con un equipo de jóvenes deseosos de aprender. Calcular costos de algunas importantes acciones que se vendían para determinar la ganancia y la carga fiscal, exigió de Helena y de sus consultores, mucha precisión; al no obtenerla de uno de ellos, llamó su atención, lo que no pareció agradar a algunos, y transcurrido cierto tiempo, el desarrollo de Helena comenzó a frenarse.
Entonces, llegó el desempleo.
La necesidad de saber y de desarrollo, hizo pensar a Helena en el deber irrenunciable de estudiar más. ¡Una carrera complementaria!- había pensado. Eso la convertiría en mejor consultora y podría resolver los problemas de modo más fino. Así las cosas, estudió en los noventa, derecho. Ella no sabía, entonces, que el derecho le abriría aún más los ojos a la cuestión social y humana.
La globalización comenzaba a echaba sus raíces y muchas empresas se fusionaron y modificaron su planta de empleados. Había movilidad y retos para algunos; en el país, estos eran para los extranjeros recién llegados para implementar otras formas de trabajo. Las nuevas fuentes de empleo, no hacían más que reducir las de los nacionales; lo que pasa en el mundo globalizado. Entonces, Helena renunció, tal vez de manera forzada, en busca de un mejor trato laboral y desarrollo. La búsqueda de un empleo al que su nuevo perfil se ajustara, resultó difícil; parecía que ninguna firma estaba preparada para lo que venía – la globalización- y constituía Helena un importante elemento de cambio, aunque el complejo entorno no lo percibía. Al fin y al cabo, pocas personas se habían atrevido en esa época a estudiar por partida doble, para mejorar la finura en su desempeño profesional.
Esto llevó a Helena a desempeñarse como abogada, profesión con la que ha quedado siempre agradecida. Los tribunales de familia, civiles y mercantiles la veían a diario y un nuevo aire de apertura, camaradería y humanismo, respiraba entre estos profesionales. Al fin, a fines de los noventa, Helena abrió su propia oficina de consultoría, que incluiría fiscal, contable, financiero y legal. Sus clientes han sido bien atendidos y siempre de forma personal; sin embargo, han sido escasos.
– Es el prestigio el que te abrirá las puertas- le decían en sus tiempos de estudiante.
Y he aquí que sigue fiel a esa norma y hasta ahora, no se publicita.
Helena tomó también el difícil camino de la docencia, el que ha recorrido con esfuerzo. Descubrió lo vital que es favorecer a los universitarios con circunstancias que les permitan valorar por propia cuenta, sus estudios. Muchos años dedicó a esa labor y el tiempo le trajo promesas de alumnos que estudiaban hasta dos profesiones y también maravillosos jóvenes con ganas de volar, con esfuerzo y creatividad. Bello es cuando alguno de estos se acerca y le dice:
-Excelente maestra; usted, con sus acciones, ¡me inspira!
Helena se introdujo como docente en el campo de sus profesiones y en las humanidades, ya que por cierto, un buen día, en búsqueda de respuestas a las preguntas fundamentales de la vida, se inició en la filosofía. Y su auténtico interés por el ser humano no se quedó en la esta o en la historia, en el arte o en la cultura; se extendió a la literatura. Y he aquí que ahora intenta leer más, mirar mejor y escribir sobre el hombre, Dios y el mundo.
Y ha sido aún mejor, cuando un alumno le ha dicho:
-¡Excelente maestra, usted, con sus acciones gentiles y humanas, resulta inspiradora!
Su oficina de consultoría, cuyo servicio no ha dejado de ser una gran pasión, continúa abierta, siempre con escasos clientes.
Helena mira al hombre y al mundo de otro modo y sí que percibe ahora, cómo Dios ha guiado sus pasos…
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