Trabajo todo el día, en condiciones esclavas, con la paciencia al límite. La ira se me escapa por debajo de la piel cuando el hambre me deja respirar. Mi trabajo es insano, agotador, con fríos extremos y terrores nocturnos, posiblemente el trabajo que hago sea desconocido por el pueblo, por los gobernantes de turno y hasta por las autoridades internacionales. A veces creo que debe ser ilegal. Sin embargo, no puedo parar de trabajar, sin descanso, desconociendo climas y tormentos, anunciando quiebres que se haràn grieta en la trama social que habitamos. Lo grito, de muchas formas específicas, en tirones rojos de tanto tirar. En saltos abismales que no suelen temer aterrizar, porque el vuelo es eterno. Y en voces varias, a ver si alguien se entera que trabajo. A ver si alguien me paga de una buena vez. Todo el día creando identidades e impidiendo la desaparición de otras. Buscando posibles soluciones que se puedan contar. Mirando la vida, en fin, escribiendo.

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