No presta dinero, ni concede favores a un precio desorbitado. Su talento es su perdición, su avaricia el eterno castigo de nunca conformarse ni tampoco parar.
Antes era normal, como cualquier otra persona vulgar y simple. No tenía maldad ni rencor, perdonaba todo y a todos sin importarle nada. Hasta que ese fatídico día, alguien le partió el corazón en fragmentos tan diminutos que no pudo hacerse nada por salvarle.
Las abuelas del lugar dicen que vieron como se le escapaba el alma por la boca mientras gritaba de dolor arrodillado en mitad de la calle, todo el mundo sintió pena y se lamentó por el pobre chaval, durante al menos treinta minutos, a la hora algún desalmado le gritó que se fuera a tomar por culo a chillar y llorar desconsolado.
Nadie supo quién fue, pero se cree que fue el señor X.
Las primeras semanas fueron las peores, de ser alguien muy sociable y extrovertido, pasó a ser el recuerdo de algo que se queda en la punta de la lengua pero no termina por salir. A todo el mundo le faltaba alguien pero nadie sabía decir quién exactamente. Los últimos años había bailado el agua a una desconocida que lentamente le había extraído de su rutina habitual. Poco a poco desapareció de los bares y de muchas fiestas.
Dejó de ser una noticia constante para convertirse en leyenda de hazañas que hacían historia en pasado y no presente.
La cosa es parecida a las demoliciones causadas por el tiempo. Vienen sin avisar y se presentan para crean inconvenientes durante bastante. El primero que le echó en falta, no era su mejor amigo, sino su primo.
Cuando fue a su casa, únicamente encontró su caparazón, no había nada, ni dentro ni fuera, solo estaba la carcasa, él no estaba en casa, su tía, no supo explicarle ese nuevo estado en el que su hijo se encontraba, no salía del cuarto, no cenaba ni comía en familia, solo leía y desaparecía sin decir nada.
Pudo comprobar que en las cuencas sus ojos eran de piedra y el corazón sonaba a excavadora escarbando su grava. No quiso incomodar demasiado y pronto se fue extrañado, tanto que ni siquiera lo comentó en su grupo, era una situación excepcional del que todo el mundo se sobrepone tarde o temprano.
Tardó más de un mes en salir de casa, el primero que le vió, le preguntó si había estado de vacaciones en la luna. Se debió de quedar con la incógnita, porque pasó como otro mes para intercalar palabra.
Era como ver construirse un edificio. Primero los cimientos, luego el esqueleto de la estructura. Al igual que un niño, comenzaba a hablar a integrarse, hasta que un día incluso salió de fiesta por la noche. No decía mucho pero bebía a ritmo, era como reconocer de nuevo a un camarada ausente en una guerra, pequeños rasgos característicos hasta encontrar al recuerdo entre el baúl.
Miró a una chica al otro lado de la pista pero no dijo nada… continuó bailando con su sombra hasta que estuvo tan cerca que podía olerla, ella le hizo levantar la vista… le besó por ello. Parecía el fin de los días, mordiscos y apretones. Era como una bacanal de artes místicas. Solo les faltaban los puñales ceremoniales y las túnicas moradas. Era la mejor pelea de gallos nunca vista sobre un escenario hasta que volaron en dirección a un palomar desconocido.
Días después volvió a parecer solo sin la chica.
A nadie le importo, todo siguió como siempre salvo un pequeño detalle, al siguiente finde volvió a repetirse el mismo ritual. Sus amigos le animaban pero él seguía perdido en sus asuntos, la anterior no había vuelto a dar señales pero un rebaño de admiradoras que había presenciado la escena, hacían cola en el intento de cazar a alguien sin poner un solo cepo.
Muchas bailaron y continuaron desfilando. Venían lo intentaban y perdían, instintivamente caían en los brazos del primero que les servía a modo de cubo de agua. Todos estaban contentos, borrachos y extasiados. El dueño de la discoteca gozaba viendo cómo se disparaba el consumo y se alegraba por fin de que se bailara en esa pista. Era como si el espíritu de la danza se hubiese impregnado en cada persona hasta convertirla en muelles sin fin.
La que menos lo intentó, fue la que terminó llevándose el gato al agua. Fue en la barra donde nadie atendía, él esperaba su copa… ella altiva, se situó a su lado llena de esplendor y seguridad, no era lo suficientemente bueno para ella, pero fue al girarse con su bebida que no pudo evitar mirarle a los ojos y caer hechizada hacia su boca, la besó como si la vida no tuviera valor alguno. Con un esmero y delicadeza que heló la sangre hasta el camarero que dejó de poner hielos, para a su vez ahorrar enfriando las copas con sus dedos.
El tiempo se ralentizó cuando sus dientes aprisionando estiraron el labio inferior de ella para soltarlos unos segundos después mientras que extasiada respiraba amor a caladas.
Se marchó con su vaso, ella se quedó tan plantada como un iceberg en medio del desierto. El local tuvo que cerrar por una tubería de agua caliente que explotó, eso dicen las autoridades, pero a nadie le importó, andaban como venados en celo tras salir de una sauna.
Al tercer intento de similares características, su amigo pudo evitar acercarse a preguntar.
- -Oye, a ti te pasa algo raro ¿verdad?
En un principio… ni siquiera obtuvo respuesta instantánea, sus ojos buscaban la comprensión de tiempos mejores, pero sin que entendieran la situación de verdad.
Cuando pudo sincerarse le contó, que andaba vengándose, porque ya no creía en el amor, todo ese sentimiento puro que había criado con ternura y sosiego, fue cercenado por esa arpía de buenos propósitos que decía ser su novia. Un cazador de almas había llegado en sustitución, no era peligroso pero sí muy letal.
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