¡¡¡ MI PEPA !!!
¡La ociosidad es la madre de todos los vicios!
¡El que algo quiere, algo le cuesta!
¡Haz bien y no mires a quien!
¡El trabajo dignifica a las personas!
Eso me decía mi Pepa, ya se fue hace muchos años, pero la sigo recordando todos los días, y todas sus cosas y consejos, que fueron muchos.
Mi madre, mi Pepa como yo la sigo llamando, era una mujer maravillosa, guapa, trabajadora y muy inteligente, ella era la guía de la familia, la protectora, la organizadora, la madamas y sobre todo, la que más trabajaba, no paraba, aunque es verdad que en aquellos tiempo tan difíciles había que hacer de todo para salir adelante; llevaba la casa, a sus tres hijos, siempre limpios y aseados, ayudaba a mi padre en el quiosco de periódicos.
Los trabajos sin horarios, los sueldos miserables, que no llegaban para pode subsistir, a los niños, los colocaban a trabajar, guardando cabras, cerdos, etc., solo por la comida, yo conocí varias familias que tenían seis o más hijos y que dieron a los peques en una especie de adopción a matrimonios sin hijos, que los chicos llamaban titos, solo para que no murieran de hambre.
Mi Pepa había nacido en Casabermeja, pueblo de los montes de Málaga, ella era la segunda de ocho hermanos, cuatro hembras y cuatro varones, mis abuelos, campesinos y personas muy humildes, se trasladaron a Málaga Capital buscando mejores posibilidades.
Mi abuelo trabajo de peón en la construcción, entonces se trabajaba desde las ocho de la mañana, hasta que había luz solar y de lunes a sábado y de los salarios mejor no hablar.
Las niñas de sirvientas, los niños de aprendices si había suerte y encontraban algo, mi abuelo para ganar un poco más, después de terminar su jornada, se quedaba de guarda de la obra, y solo estaba en casa los sábados por la tarde y después de cenar volvía nuevamente a la guardería.
Mi padre con mi abuelo paterno, fueron a Fuengirola a intentar organizar la agencia de la ONCE, entonces nadie conocía esta Organización, ni se fiaba de ella, mucho preguntaban, y esto si toca quien lo paga, costó mucho conseguir organizar la Agencia, pero al final lo consiguieron.
Mi abuelo quedó de Delegado y mi padre de vendedor. No se vendía mucho y había que moverse de un lado para otro ofreciendo y convenciendo a las gentes para que compraran los cupones.
Había un señor, viudo con una hija, el señor Luis, que vendía periódicos y Lotería Nacional, siempre estaba quejándose, de que no se vendía nada y solicitó la venta de los cupones, dejando la Lotería Nacional y los periódicos.
Mi madre, mi Pepa, como siempre cogió a mi padre por banda y le calentaba la cabeza, si el Sr. Luis lo deja, tu deberías cogerlo y al mismo tiempo que vendemos los cupones se podía vender los periódicos, novelas y tabaco.
Es curioso la Lotería no les venía bien, creo que era porque había que pagarla por adelantado y dejar una fianza, de hecho el Sr. Luis la abandono y nadie la cogió, mi padre se quedó con los periódicos y en un “carrito” con cuatro ruedas, más parecido a un aparador, llevaba en los cajones tabaco y los periódicos expuestos en la parte de arriba, mi padre era el vendedor habitual y mi madre lo relevaba mientras él daba vueltas por los bares para vender los cupones.
Mi madre viviendo en Fuengirola, de vez en cuando iba a la capital a ver a sus padre y hermanos, yo recuerdo que para ver a mi abuelo, íbamos a llevarle la comida a medio día a la obra donde trabajaba.
Un afortunado día, de visita a la familia en la capital, mi madre reparó en un quiosco de madera ubicado en una acera, que estaba cerrado con un cartel de, SE VENDE, preguntó en una pastelería que había justo al lado y le dieron la dirección del vendedor, habló con él, se informó del precio y condiciones de la venta.
Aquella noche se lió con mi padre, discutiendo la posibilidad de comprar ese quiosco y vender chuchería, tabaco, novelas, mejoraría muy mucho la situación del “Carrito” y se podía extender la venta a algunos artículos más.
Mi padre solo decía, – de donde vamos a sacar cuatrocientas pesetas – tu estás loca-. Pero ella no se daba por vencida, ella creía que por ahí podía estar la solución de nuestros problemas y dándole vueltas, le propuso a mi padre recurrir a un usurero que prestaba dinero a un alto interés, mi padre, mucho más cobardica que ella, y mucho mas sensato, no lo veía por ninguna parte. Lo intentó, pero su crédito no llegaba a tanto, el usurero solo llegaba como mucho a doscientas pesetas y había que pagarles el doble.
El Estanco de Teresita y Manolo Valor, dos grandes personas, que nos ayudaban muchos y sobre todo agradables y generoso, eran nuestros vecinos, pues mi lanzada madre habló con Teresita y le contó la historia del quiosco y la posibilidad de vender chuches, tabaco y lo que fuera para poder criar a sus hijos, pero claro el gran problema era el dinero, de donde iban a sacar ellos o quien les iba a prestar ese dinero.
Teresita y Manolo no tennían hijos y a nosotros nos querían mucho, nos ayudaban y dejaban el tabaco sin pagarlo, hasta que lo habiamos vendido. Convenció al marido y nos dejaron 300 ptas. para pagarselas poco a poco. Mis padres tuvieron que pedir un prestamos al usurero de 150 ptas y compraron el quiosco.
Esto fue el milagro en mi familia, y a medida que avanzaron los tiempos, la venta de prensa y revista fue en aumento y se convirtieron en el producto estrella, poco después con la llegada del Turismo, se empezó a vender prensa extrajeras, así como revistas y libros y fue muchisimo mejor.
Como decía ella, EL TRABAJO DIGNIFICA A LAS PERSONAS.
FIN
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