Amanece un nuevo día. El sol, una enorme bola naranja brillante, empieza a asomar por el horizonte. Todo se ve del color de la arena: las construcciones, las haimas, el suelo, el aire que se respira. Con estos primeros rayos de luz, el campamento se llena de vida: ya están todas las mantas dobladas y guardadas; los adultos están rezando; los niños se desperezan, los más mayorcitos han ido a poner agua en la tetera.
La bolsa a cuadros rojos y azules, completamente cubierta por cinta de embalaje, llena de las cosas de su vida, espera al lado de la puerta para acompañar a Maryam en su viaje a España.
Mientras toman el té, la madre insiste:
– Maryam, ¿estás segura de lo que quieres hacer?.
– Sí, madre, ya lo hemos hablado: aquí no hay nada, ¡nada!, en todas las haimas a nuestro alrededor hay alguna persona que se ha ido a trabajar fuera… a España, a Francia, a Libia, a Argelia, para ayudar a su familia… Necesitamos medicinas, hay que alimentarse mejor ¡se necesitan tantas cosas que no tenemos!. También nosotros tenemos derecho a vivir un poquito mejor; si hubiéramos podido comprar ese medicamento, Mbarek no hubiera muerto, ¡era tan sencillo y a la vez tan difícil!.
– La prima Fatma dice que puedes vivir con ella y su marido. Estarás bien, pero tienes que ayudarla en todo lo que puedas en la casa y con los niños, y, en cuanto tengas trabajo, también tienes que ayudarla con los gastos
– No se preocupe, madre, ¡claro que les ayudaré!, todos nosotros sabemos ser agradecidos. Cuando trabaje pagaré mi parte de los gastos y el resto se lo mandaré a usted para lo que se necesite aquí.
– El camión está a punto de venir. Tómate el último té con nosotros, su dulzura quedará en tu memoria.
***
A partir de los años 50 del pasado siglo, las colonias africanas fueron reclamando su independencia, que obtuvieron paulatinamente hasta 1980-90. En algunos países, la independencia se consiguió pacíficamente, pero en otros, como Argelia o Mozambique, fue necesario el uso de las armas. El único país que sigue en proceso de descolonización es el Sáhara Occidental: en 1967 la ONU reclamó a España la descolonización del territorio, en 1973 se creó el Frente Polisario, movimiento de liberación nacional del Sáhara Occidental, para exigir su independencia a España, pero en 1975 Marruecos lanza la «Marcha Verde», 350.000 ciudadanos marroquíes invadieron el territorio del Sáhara apoyados por el ejército. Huyendo de los bombardeos y del napalm, una parte importante del pueblo saharaui llegó hasta Argelia, donde establecieron campamentos de refugiados en la zona más árida y despoblada del desierto. Casi cuarenta años más tarde, el conflicto sigue sin resolverse y los campamentos de refugiados de Tinduf siguen existiendo (según la wikipedia, los campamentos de refugiados son generalmente establecidos de forma improvisada y diseñados para satisfacer las necesidades humanas básicas por sólo un corto periodo de tiempo….).
***
El hombre, sudoroso, hastiado, aburrido y con los ojos inyectados en sangre, sentado tras la mesa, frente a un ordenador que no acaba de entender, ha pasado toda la mañana rellenando datos de personas que buscan trabajo. La mayoría de ellas son extranjeros que saben hablar castellano poco o nada. En las calles, unos a otros se pasan la información: «en «tal» dirección hay una oficina donde pueden buscarnos trabajo, son trabajos muy mal pagados: recoger frutas catorce horas al día, limpiar bares toda la noche, trabajos que no quieren hacer los de aquí… pero más vale eso que nada y así vamos conociendo a gente…»
Le toca el turno a una mujer. Lleva una especie de tela de gasa enrollada por todo el cuerpo como un vestido, pero que le tapa cabeza y todo. Tiene los ojos negros y la piel un poco oscura.
– ¿Nombre?.
– Maryam Mint Mohamed
– ¿Dirección?
…
Poco a poco le pide todos los datos personales necesarios para inscribirla como demandante de empleo.
– Y tú, ¿qué sabes hacer?.
– Bueno, yo soy maestra, pero puedo hacer cualquier cosa: limpiar casas, cuidar personas mayores, … lo que sea.
– ¿Maestra?, ¿maestra de qué?, ¿con titulo y todo?.
– Maestra de escuela, ¡claro que tengo título!.
– ¿Si?, y ¿dónde te lo dieron?, ¿no puedes ser maestra aquí?.
– Tendría que hacer muchos papeles y, tal vez, estudiar algún curso para convalidarlo, y no tengo dinero para eso.
– Ya, bueno, bueno -replica, incrédulo-, entonces limpieza y cuidado de mayores, ¿no?, porque de camarera, ni hablamos, ¡con esas pintas!.
– ¡Oiga, por favor!.
– Es broma, es broma, ¿pongo camarera?.
– Pues no, no ponga camarera, no creo que tenga ninguna posibilidad en ese sector.
– No, claro, y con eso de que os ponéis a rezar en cualquier momento… ¡Vaya!, hablas muy bien castellano.
– ¿Y como no?, las lenguas oficiales de mi pueblo son el hasania y el español.
– ¡Qué curioso!, un país, ahí, perdido en medio del desierto, moras con la cara tapada y hablando español.
La mujer se muerde la lengua nuevamente sopesando la posibilidad de poner en su lugar al inculto, abusón y «gracioso» o dejar correr su indignación y aguantar un poco más a ver si «EL TONTO ESTE PUEDE ENCONTRARLE UN TRABAJO».
– Como usted puede ver, yo no llevo la cara tapada.
– ¿No?, jejeje, eso es que se te ha caído el velo. ¡Chica, chica!, estamos haciendo esta conversación muy larga. Ya tengo todos los datos para buscarte empleo. Hay gente esperando. Cuando tengas la tarjeta de residencia, vuelves, que será más fácil encontrarte trabajo.
– Pero, si no tengo empleo no puedo pedir la tarjeta de residencia.
– Bueno, bueno, ya te llamaré si sale algo…
***
– Alo, madre ¿cómo estás?, ¿y los niños?, ¿y los tíos?, ¿y los primos?, estáis bien, ¿verdad?, tenéis suficiente comida, ¿verdad?.
– Bien, bien, estamos todos bien, y tu ¿cómo estás?, y la prima Fatma, ¿cómo está?, ¿y sus niños?, están bien, ¿verdad?.
– Bien, bien, todos estamos bien de salud. Y vosotros, espero que estéis bien de salud también.
– Si, no te preocupes, estamos todos bien y tenemos arroz para todos. ¿Ya has encontrado trabajo?.
– No, aún no. Es difícil encontrar trabajo para mi: mujer, extranjera, sola, sin amigos… es difícil.
– Eso es que hay pocos niños en España, porque los maestros siempre son necesarios si hay niños.
– Madre, no sabes como es ésto; ya tendré suerte si me contratan para limpiar casas.
– ¿Limpiar?, ¿para eso estudiaste tanto?, pero ¡si hasta te mandaron a estudiar a un país extranjero para que aprendieras otras cosas!, ¿tan pocos niños hay ahí?.
– ¡Ay, madre!, no se preocupe, ya encontraré algo. Enseguida que encuentre trabajo les mando dinero para que puedan comprar algo de verdura y un poco de carne, a ver si Ahmed se pone un poco más fuerte. ¡Ah, y las medicinas para la fiebre de Salma!, ¿la han llevado a que la vea el médico?.
– Si, hija, si, dice que es porque tiene anginas, que con un medicamento que se llama amoxicilina se curaría enseguida, pero que la Cruz Roja ha enviado muy pocos esta vez y se lo han dado a los casos más graves. Cada vez nos mandan menos medicamentos y, encima, algunos hay que tirarlos. ¿Sabes que enviaron vacunas en mal estado?, ¡qué desastre!.
– Si, la situación en los campamentos es cada vez más insufrible. No sé como agradecerle a Fatma lo que está haciendo por mi; ya llevo aquí un mes y aun no he encontrado ningún trabajo, Alá se lo pague. Su marido trabaja por las noches vigilando una finca de pisos que está sin terminar y cobra muy poco dinero. La luz, el agua… aquí se cobra por todo, no es sólo la comida lo que vale dinero, ¡hasta por subir por la escalera para entrar en el piso tienes que pagar una vez al mes!.
***
En 1991 se acuerda un alto el fuego entre el Frente Polisario y el ejército de Marruecos bajo los auspicios de la ONU, que dictamina una serie de resoluciones encaminadas a lograr la descolonización del Sáhara Occidental. Estas resoluciones nunca han sido llevadas a cabo.
La MINURSO se estableció por la Resolución 690 del Consejo de Seguridad , de acuerdo con las propuestas de arreglo aceptadas en 1988 por Marruecos y el Frente Polisario, pero esta vía de solución: celebrar un referéndum para decidir sobre la independencia del Sáhara Occidental, aún no se ha realizado a causa de los impedimentos que, paulatinamente, va presentando Marruecos.
Mientras tanto, en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, en Argelia, las condiciones de vida son duras. La mayoría de la población vive en tiendas (haimas), sin agua corriente, y depende casi totalmente de la ayuda internacional externa para subsistir, que ha ido decreciendo con los años. ACNUR y el Programa Mundial de Alimentos estiman que dos tercios de las mujeres sufren de anemia, y un tercio de los niños sufre de desnutrición crónica.
El conflicto se eterniza ante la pasiva mirada de la comunidad internacional. Ya se ve «normal» que los saharauis vivan en plena hamada desértica, sin recursos ya que los suyos propios están siendo expoliados por el invasor con la connivencia del resto de países «desarrollados». Ya se ven «normales» las caravanas de ayuda humanitaria que recogen alimentos básicos para entregar a los refugiados puesto que ellos carecen de toda posibilidad de establecer infraestructuras industriales o agrícolas: no olvidemos que son refugiados de guerra en un país que no es el suyo. Y los pescadores saharauis hace cuarenta años que no ven el mar.
***
– ¡Qué baratas son las tiendas en estos barrios!, como aquí la gente tiene poco dinero…
– Si, que bien, porque en el fondo, si sabes buscar, también hay cosas de buen gusto, aunque no sea ropa de marca…
– Para ir al campo esta bien.
– Oye, ¿tu no vivías antes por aquí?, ¿no tenias un piso?
– Si, lo tengo alquilado.
– ¡Mira que bien!, te sacas un dinerito para los caprichos…
– No, ¡qué va!, ¡pues no hace que no me pagan!, ya casi ni me acordaba.
– No te pagan ¿y no haces nada?, ¿no los denuncias?, lo dices como si no te importara.
– Da igual, son buena gente, un matrimonio con dos niños y una prima, extranjeros, de estos que viven en el desierto, no tienen trabajo, tienen que ir a Cáritas a que les den comida, no tienen ni para volverse a su país. Me dan lástima. Además, el piso es un cuchitril, anticuadísimo, con que lo mantengan decente ya me vale, y encima me dan una subvención por alquilarlo a menores de no se qué edad. Ya se apañarán, ¿quien más querría vivir ahí?.
– Pues nada, chica, tu veras.
– Lo que te digo: ni me acordaba, es que ni me vienen a la cabeza.
***
Excluidos del devenir de la historia, olvidados a la fuerza por los poderes políticos mundiales, en un impasse que dura ya cuarenta años, doscientas mil personas malviven en unos campamentos de refugiados donde a nadie importan mientras que otros tantos luchan en el Sáhara ocupado para hacerse oír.
El boato y el oropel del «hermano» marroquí ocupan muchas más páginas y noticias que el expolio que se hace de la pesca y los fosfatos de la provincia número cincuenta y tres de España. Y de la población saharaui ni nos acordamos, es que ni nos vienen a la cabeza.
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