Estaba chungo el cajero automático: la luz se apagó y encendió, gruñó como un gato, y comenzó a escupir billetes.

Tú, colega, que tendrás un título a estrenar sobre el aparador de tu vieja, andabas empanao  sujetando la correa del perro y fuiste el primero en acercarte. Con la mosca tras la oreja, mirabas a un lado, a otro. «En cualquier momento aparecerá el pringao de turno, micro en mano, compañero, es una cámara oculta. Sonríe”, pensarías.

Luego te acercaste tú, con el cuerpo gastado igual que el bastón que te sujeta. Sin disimulo empujaste al chico. Venciste la rigidez de la espalda, te agachaste. Debiste flipar en colores al pensar en el frigo llenito,abuela.

Seguisteis vosotros, peña de barrio obrero, con las manos hundidas en los bolsillos. Sentiríais cosquillas en el estómago. Abristeis ojos como pelotas. Intentaríais comprender la chorra que se había colado en el día de mierda. Os humillasteis una vez más, pero ahora molaba.

Llegaste tú, esclava de la fregona, hasta las narices de agradecer lo que no quieren otros. Abandonaste la limosna que te mortificaba: los huevos a punto de caducar, el tomate pocho…Te lanzaste por la pasta, que ya era hora de que te tocara algo bueno sin haberlo sudao. Temblabas de pies a cabeza y las lágrimas, en los ojos sin luz, querían salir todas juntas como de fiestuki.

La bulla dejó paso a la avaricia. ¿Y qué? Nadie podría lanzar la primera piedra.

La última mano fue la tuya, titi. Rápida como lengua de camaleón salió de la manga cochambrosa para esconderse de nuevo. No te arrebatarán el billete que peleaste entre el mogollón de piernas y brazos.


La puerta blindada se abrió para darte paso a ti. Apareciste como perro salvaje. Le acompañabas tú, segurata, que sacabas la pipa y la volvías a guardar —si tuvieras lo que hay que tener, te abrirías, capullo—. Reclamaste honestidad y decencia. Tú, el depositario de las monedas, sucesor de Judas. Tú, desgañitándote hasta enronquecer y pataleando. Impotente. Te columpiaste, tronco.

Hoy fue diferente. Hoy no me he rayado esperando el  milagro como cada semana de lunes a viernes y cada minuto de nueve a dos. Hoy pasó por aquí el que puede repetirlo.

 

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