Cajita de música para una femme fatale
Te regalo un cielo azul pegado en mis retinas, un beso en las pestañas cuando pega el sol por tú ventana.
Dejé en la puerta un coxis de yeso, monumento al deseo tigre hambriento que provoca tú sonrisa.
Pienso en el pasto, mi cabeza en tus muslos mojados, el empeine jugando con el agua de las sábanas de una cama suspendida en nuestro insomnio; inertes esperando que el milagro suceda.
Carne radioactiva
En mi vida he odiado tanto que desearía que hubiera una guerra para que cada día valiera la pena. Observar como el mundo se materializa en cenizas y la carne se pudre para festín de los gusanos.
En mi vida he dormido tanto que ahora el insomnio me jala de los cabellos para recordarme que pronto moriré.
En mi vida la gente es un desfile de clichés que se repiten y tartamudean las mismas frases cada vez más cansadas y aburridas.
En mi vida conocí a un perro hambriento llamado amor. Se quedaba amarrado afuera de casa cuando llovía y cuando querían acariciarlo se aventaba furioso a matar.
Ya no hay vida en una cabeza pegada a la almohada sin dormir.
FERINA-LUX
Así las contemplé:
Como almas torturadas por el plomo, pasando de simples bultos a diminutas estrellas aladas.
Las vi bañándose con la luz de la luna; inocentes, revoloteando, imaginando una eternidad. Nosotros midiendo otra más mientras los árboles susurran millones de nombres.
Ese día elegimos que animal del charco seríamos.
-Las lombrices mueren si las cortas a la mitad.
-De todas formas sería una de ellas.
Así las contemplé a orillas de un río adornando un árbol, bailando con el croar de las ranas, cantando Eres todo para mí en una versión mutilada por lo nervioso que estaba. Prendían y apagaban con la promesa de una guayaba en tus manos.
Así han estado:
Verdes
Fosforescentes
Suicidas
Somnolientas
Borrachas
Erizas
Ahora que mi rostro se muere en tú cuello.
Mármol
Escribimos en los baños públicos:
Márcame cuando las luces del tráfico coloreen tus mejillas y la rutina caiga en tú pezón (un encendedor, un revólver, un genocidio; napalm a una cueva con versos nonatos, precoces en la esquina antes de ser escuchados; enfrascados en almíbar, posibles muestras experimentales para algún estudio acerca de la soledad).
Márcame cuando estés acompañada y tú pareja no entienda lo que es caminar por un charco.
Márcame cuando las ranas se coman toda la cosecha y la esperanza sea una voz ronca cementerio de cigarros. Cuando el oxígeno falte, la tierra sea controlada por gitanos y la comida se intercambie en carrozas por poemas.
Márcame por cualquier razón, porque no sabes lo que es morirse en un retrete con el corazón vacío y la resaca saliendo por las rodillas muertas.
Ventarrón
Llevo en la nuca una novela negra, es la huella de una piedra lanzada en la noche. Una herida que gotea callejones olor a mierda. Cuartillas interminables de soliloquios escupiendo anís.
Cada paso es un capítulo, cada suspiro, un renglón describiendo un asesinato cada vez más grotesco.
El cuchillo se mete por mis oídos. Los nervios son cuerdas de un chelo desafinado. La mano que me apuntó da vuelta a la hoja. Voltea mi cuello hasta quebrarlo.
El final, un sombrero tirado a la basura.
AUTORRETRATO PÁNICO
Siempre he sido de los que están a punto de enviar una carta y en el último instante la rompen o queman.
Siempre he sido amante de las causas perdidas, de los barcos que apenas figuran un punto borroso al horizonte.
De la esperanza agonizando en una cama destendida. De los que le hacen el amor a la oscuridad cuando se va la luz.
Soy de los que anhelan el bisturí para orear la bilis negra que los corroe.
Los que ven en una ventana, una puerta, una oportunidad para atentar contra la decencia.
Soy un monstruo en el mundo del Kitsch que apesta a madrugada.
Un traficante de historias, comerciante de risas, hombre mirando al Norte. Eterno exiliado en autobús. Fauno corrompido por amaneceres Rusos.
Soy el pulso de la calle, del charco, de la neblina que besa a miles de mujeres mientras se abrigan y tapan los ojos temblando de frío. La lluvia corriendo por tú barbilla. El silencio incómodo cuando me desnudo frente a ti.
El hígado picado que nunca dejará caer la toalla. Un borracho con los ojos entreabiertos esperando a que me sonrías.
APENAS UNA TAZA DE BILIS NEGRA
Una bañera en medio de la nada con sus costados oxidados, fría, sin agua, está de vacaciones tomando el sol, compartiendo el húmedo pasto con una vaca.
Un zapato en la nieve parece estar muerto, tumbado como si un balazo lo hubiese fulminado. Se puede ver en sus agujetas un corazón roto. Una mueca de culo cuando llevas piedras en el estómago.
De madrugada y en camión el sol pinta cada espacio muerto, lo abre con sus múltiples brazos dorados.
Descansen en paz todos los versos escupidos al mar. Todas las sonrisas fugaces que ahora pegan en la ventanilla, antes granizos del tamaño de un puño, besando mi mentón, mis muñecas, cometas al anochecer, faroles pálidos, naranjas.
El tiempo en la lona es eterno, puedo ver a la bañera y al zapato estáticos, puedo sentir la nieve en mi párpado roto, puedo escuchar el conteo y apenas van en 2.
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