Este sitio, albergue de hadas
con sus noches cómplices,
y las horas sin pausas.
Evaluar el alma en una canción,
detener al tiempo y hacerlo mío,
cerrar los ojos,
callar la lluvia,
sentirse a salvo.
Advertir que no existe el vacío,
deslizar los dedos sobre la mesa,
y recostarse “muy así” en el sofá,
y mirar el techo oscuro, ese
calco, del vino de mi copa.
Cada minúsculo
y mayúsculo objeto,
después de todo,
está lleno de memoria
también de olvidos,
ese piadoso milagro.
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