En la hoguera de tus deseos fundí mi cuerpo, y renació entre las cenizas mi piel amalgamada en la tuya. Dos cuerpos nacieron a la vida y despertaron nuestras almas adormecidas. Ya no existieron luces ni sombras. Apenas nuestro sentir, en el éxtasis de una noche inolvidable.
Te miré deslumbrándome en las sombras de tu mirada diamantada de silencio. Tu ser vibró a través del mío. Liberaste con tus palabras, la pasión desbordada de caricias que aprisionaron mi alma. Fuimos devorados en silencio en las estepas de este amor. Mis suspiros se mezclaron con los tuyos al caer la noche…
Y las tormentas retumbaron en nuestro cielo. El fuego del nirvana tocó nuestras ansias y el alba deslumbró a la vida. Sofocados de pasión, desbordados de tinieblas, sólo iluminados por luz espiritual, vimos cómo el amanecer cubría nuestros cuerpos perlados de placer. Fue entonces cuando recordé que sólo eras un sueño…
Junté los jirones de mi alma y me quedé dormida…
Carmen Vargas
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