Mi tío, el albañil, construye casas
y lleva en las manos la blancura agreste de la cal.
Mi tío, el albañil, lleva en los ojos el verde del monte
y en la voz la sombra del niño que era.
Mi tío construye las casas de otros
y habita los lindes del pueblo.
~
No canta, no baila, no recita historias.
No tiene pasado. Habla del presente.
Construye las casas donde habitan otros.
Levanta los nietos que los hijos traen y les dice cosas.
Consuela la dura verdura del mundo con pocos favores.
~
Mi tío es un hombre que huye del mundo
y cada mañana se va a construirlo.
Levanta paredes, ordena ventanas,
en cada esquina se queda su vida.
Un pequeño trozo del hombre que era
en cada ladrillo queda solitario.
~
Algún hombre nace para dispersarse:
deja su presencia donde no lo noten.
El mundo lo busca, lo lleva y lo trae
y viejo lo deja al borde del mundo
con el alma dura del que se ha gastado
sobre la palabra dura del trabajo.
~
Como aquel ladrillo, silencioso y terco.
Enorme y colorado, una piedra dura
bajo la pezuña fría de las ciudades.
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