Sabía que lo sabías, y tu también que yo lo hacia. No sólo se oían conversaciones en una lengua que eramos incapaces de comprender, quizás por la de cientos de miles de libras que corrían por cada minuto conversado, o por los perdidos por no quererse un poco más.
Y te sonrió, como seguía sonriendo aún cuando algo no funcionaba bien, aún no siendo capaz de comprender que aquellas personas estuvieran girando las grúas cada mañana, sin preguntarse si sus vidas no son más que un movimiento rotatorio que nunca alanzará mas de los 360 grados, o si aquellas palomas de corta vida no creían perder el tiempo cuando casi chocaban contra mi ventana.
Supongo que a la gente no le sobra el tiempo para pararse a pensar que están haciendo mal, y aquellas que si les sobra, o que simplemente si que llegan a hacer ciertos planteamientos, somos consideradas algo extravagantes, y con extravagante no me refiero a mezclar ciertos »prints» y creerse el mas hortera y el más moderno, me refiero al cóctel interno de sentimientos unas veces más que amenazadores y terribles que se tienen sobre algo, o sobre alguien, o casi siempre sobre sí mismo.
Siempre siento algún impulso a coger un pincel, algo de agua y tinta negra. Dibujaría cada sombra que veo siempre cuando voy a la cama. Me gusta la entrada de la luz nocturna, esa que sólo la podemos percibir con los ojos, y no con una cámara. »Claro que si se puede» dirán aquellos fotógrafos profesionales, que tienen ese nombre por hacer mejor uso del ISO y la exposición. Por favor eso no es fotografía, al igual que el arte no es solo retratar lo que los ojos ven.
Hay mucho más en esas sombras que la cámara es incapaz de ver. Hay nostalgia de ver como acaba de nuevo un día, de encontrarte en la cama donde ya han yacido otros antes, quizás lloraban porque se acercaba el día de marchase, o quizás soñaban felices, o tal vez sudaban y hacían el amor, o solo follaban.
OPINIONES Y COMENTARIOS