La importancia de dar la talla

La importancia de dar la talla

Siempre acudo al mismo puesto a comprar mis sujetadores. Y es que nadie como él o bueno como ella, o como él-ella o como ella-él…Es lo que tiene la compleja definición de los lady-boys, como el ser o no ser de Shakespeare, pero siendo y a lo más llamativo y purpúreo posible. De toda la vida mi tía abuela materna me tenía dicho que la prueba evidente de saber si dicha prenda se ajustaba a tu talla, era si  se correspondía con la circularidad creada por tu propia rodilla en flexión…¡Pamplinas! Como diría ella. Aún recuerdo la primera vez q nos conocimos. Dos rutas exprés eligieron sus ojos sobre mi cuerpo, de norte a sur y de sur a norte, con una parada breve a medio camino, casi instantánea tipo Polaroid, que le llevó a sentenciar con una seguridad aplastante: 85C. Sin réplicas. Si lo hubiera visto mi tía abuela…Se habría quedado tan absorta mirando la carnosidad de sus labios, q la talla ni la hubiese oído. C? Me pregunté yo. ¿Desde cuándo? Tras una pequeña conversación en thai-inglés, me convenció rotundamente para llevarme dos sostenes que me cobraba a precio especial, con la promesa de volver si se ajustaban a mis atributos. Y bueno por parecer, parecía un trato fácil, si no fuera porque para llegar al mercado de mi barrio desde mi calle, debo jugarme la vida constantemente. Así es el país de las sonrisas, la mantienes aunq te aproximes peligrosamente a la última. Como decía, nada complicado, cruzar seis carriles sin semáforos, tres en una dirección y los otros tres en la contraria, vamos que ni el mismísimo Tarzán de la jungla se atrevería a permanecer en esa mediana. ¿Por dónde iba? Ah sí..Tras esto 2 autobuses, por supuesto no en el sentido occidental que se conoce,quince minutos de paseo hasta alcanzar un puente elevadizo, atravesarlo y…¡Por fin! Crisol de sensaciones ante mí.Da igual las veces q lo tenga q hacer, cada martes siempre se apodera de mí el huracán de la emoción y ya de paso el del sudor, que a él tb le da igual las veces que me tenga que duchar para presenciarse y dejar esa sensación tropical pegajosa en la piel tan placentera.¿Y todo porque alguien ha entendido a la perfección mis medidas femeninas? ¡Pues no!La que he entendido soy yo a través de los ojos de Kanya como las casualidades pueden ser increiblemente chispeantes. Delicioso, insustituible, casi como su amistad, me perfora hasta el último de mis sentidos ese aroma q brota desde el fogón de su casa, donde cocina él-ella, bueno o ella-él, el más sabroso pad-thai que pueda existir. Salivo, mientras juego con el vaivén colgante de mis pies, sentada en la madera de la entrada. Esta lluvia monzónica enrabietada no para de caer castigando todo lo que encuentra y chocando contra las gigantes hojas…La naturaleza sopla sobre mi cogote refrescándolo y en un segundo lo giro a la voz de: Bon appétit! Hora de comer.

Fin 

Lat Krabang, Bangkok

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