SENTADOS EN UNA CARRETA DE MADERA
Sentados en una carreta de madera, con calcomanías de Don Pablo, una hoja de marihuana y una estampa de la Virgen de los Sicarios, sobre unos escombros y periódicos viejos, estaban Mariela y Antonio conversando. Asombra ver los cacharros que llevan en su carreta, recogidos en basureros o en las calles: cartón, plástico, hierro, vidrio, latas, tarros, alambres, en fin, cosas que buscan vender en algunos casos, o que ellos reconstruyen para mejorar la venta. De pronto ella irrumpió en una risa sin dientes, que parecía iba a estallar de alegría reflejada en el fulgurante brillo de sus ojos relampagueando en la tarde gris, bajo el viaducto del Metro en la Plazuela Nutibara de la carrera Bolívar, cerca al Parque Ciudad Botero. En los muros, postes y pancartas los afiches, anuncios de bingos y otras gangas y grafitis, uno que dice “No todo está perdido, yo vengo a entregar mi corazón” Era de esas risas que contagian. El vocerío de vendedores y transeúntes no estropeaba su solemne regocijo. En la carreta estaban también un aderezado gato ceniza y un perro dálmata criollo intercambiando bostezos.
Lo más emocionante fue cuando estos adorables zarrapastrosos comenzaron a besase embelesadamente, como si estuvieran solitarios en una playa encantada.
Por un rato parecían satisfacerse deseos mutuos brillando en sus miradas, desdeñando los raídos harapos y el curtido mugre de sus ajadas pieles
Ese beso hacía invisibles sus flagelos y los despojaba de miserias.
Era este un cuadro de genuina belleza sin maquillajes y decoros.
Tal vez no estaban haciendo un pacto de amor. Quizá sí la consagración de un instante de compartición, de un minuto de mutua presencia…de convivencia. La constatación de que el individuo no existe, que es una fábula o invención mental, convertido en cifra numérica.
Esa tarde Mariela y Antonio, hicieron vibrar de vida la calle, la plazuela y la ciudad más fuertemente que las feraces voces de mendigos y politicastros y protestadores.
El gato ceniza y el dálmata criollo ya no bostezaban.
El crepúsculo comenzó a ocultar las cosas con sus secretos misterios y ellos quedaron envueltos en sus sombras, mientras resonaban sus risas desdentadas.
PLAZUELA NUTIBARA MEDELLÍN
PLAZUELA NUTIBARA MEDELLIN
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