Brincando el tiempo en el vuelo

Brincando el tiempo en el vuelo

Le gustaba emprender el vuelo al ponerse el sol, cuando los dardos del disco ardiente acariciaban delirantes las espigas, y éstas  ayudadas por el viento, rozaban las caderas vibrantes de aquella que dejaba mecer su cabellera rubia en los pechos dorados de su nueva amante.  Justo cuando esos volcanes hacían erizar cada vello reflejando el fuego, era cuando le gustaba  planear lentamente, dulcemente, zigzagueante hasta verlas jadear y lanzar cada vocal y consonante en tapetes bordados con hilo de oro, que se alzaban y acomodaban ante sus ojos para también murmurarle: Anastasio, ¡baja ya! te estamos esperando.

Quiero volar por todas y cada una de estas calles, de este pueblo que está siempre tan agitado, parece que tanto aire no lo deja descansar, como a mí, que me empuja a chocar continuamente con los muros resplandecientes del color que todos han usado para estandarizar su imagen, su limpieza y su cordura, para sentir su ardor, su calidez, su energía y su locura. Quiero encontrar a Camomila, ando buscando que se le vuele el vestido, que se le vuele su blusa para tocarla para abrazarla para llevarla conmigo y desvestirla ante a Anastasio y despertarle las ganas de sentir lo ácido y dulce de sus naranjas. La acabo de ver y mi sueño se derrumba de nuevo, anda con sus pantalones apretados que tanto me disgustan, yo le digo que no le van y ella dice que así muestra su figura, pero si es lo contrario le digo, pero no entiende y me hace enojar mucho y lo sabe y nuevamente emprendo el vuelo por cada una de esas calles dejando que me lleve el viento, sintiendo el aire acariciar mi pecho para que deje de atormentarme con mis sueños.

Cuando decido experimentar, entonces me enraízo en la tierra. Me cuesta trabajo dejar el vuelo, me cuenta Caramelo. Siempre era feliz en los tintes azules claros, índigos, marinos del cielo. Para mañana encontrarme arando la tierra, gustando de todo lo que cosecho de la siembra que hicieron mis abuelos, el papá de mi papá y el papá de mi mamá, mientras que la mamá de mi papá, sentada enfrente de la puerta no ha perdido el tiempo, mientras zurce todos los calcetines del abuelo y observa como recojo y pruebo cada rábano, cada acelga, cada papa, cada jitomate que nace de la tierra. Caramelo hizo coraje al verla tan elegante, la confundió con Camomila, y confiscó la evidencia delincuencial de Anastasio, que brincó el tiempo, y se encontró volando alrededor de la luna degustando los pechos de todas y cada una.

FIN

CALLE 59, ZONA CENTRO

DESDE PUERTA DE TIERRA A PUERTA DE MAR

CAMPECHE, MEXICO

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