MI CALLE ESTÁ DE LUTO

MI CALLE ESTÁ DE LUTO

IMarie Núñez

07/04/2016

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Vivo en la ciudad más peligrosa del mundo. 

Encabeza la lista de las 50 más violentas del planeta. Le arrebató el puesto a San Pedro Sula, en Honduras. En mi país entran mas personas a la morgue al año, por muertes violentas, que las que fallecen por efectos de acciones bélicas en los países que están en guerra.

Vivo en una calle ciega, protegida por un portón eléctrico, pintado de blanco y amarillo, para que sus barrotes no parezcan los de una carcel. Localizada en una tranquila urbanización de clase media al sureste de la ciudad, que se desarrolló en los años 50, cuando comenzaron los suburbios al sur del Rio Guaire.  

Mi calle se encuentra en Caracas, Venezuela. 

Ayer, mi calle engrosó, con una nueva víctima, las estadísticas de la muerte.  Asesinaron a nuestro vecino. Era militar, pero no murió en la guerra.

Cuando él llego a nuestra calle, hace 7 años, muchos vecinos asumieron una actitud aprehensiva. Los militares en mi país no son bien vistos en estos tiempos de revolución.  Con el transcurrir de los años, sin embargo, se ganó el afecto y la confianza de nuestra comunidad: sólo 10 casas, cuyos habitantes, en su mayoría, tienen su morada allí desde hace más de 40 años. El era de los nuevos, igaul que yo,  porque en la calles, como en la vida, las generaciones tienen relevo y el vecindario va cambiando.  

Resultó ser un excelente vecino, educado, respetuoso, participativo y colaborador. Todos olvidaron su profesión: guardia nacional. Nadie lo llamaba por su rango de teniente coronel, sólo por el cariñoso apodo de «vecino».  Los más intrépidos como yo, lo llamábamos jocosamente «el milico», a escondidas.  Era el centinela de la calle, pues su casa  encabezaba la cuadra y su formación lo dotó con los conocimientos para ello, en estos tiempos de tanta violencia.

El jueves supimos la triste noticia.  

Salía de un hotel en La Victoria, después de haber asistido, la noche anterior, al funeral de un compañero de armas en esa ciudad. Cinco hombres trataron de asaltarlo. El estaba armado, era militar, se resistió. Lo mataron para robarle un iPhone, una camioneta Toyota y su arma de reglamento. Quedó tendido en la acera con un tiro en la cabeza. Los delincuentes huyeron. En la fuga colisionaron con un vehículo a donde viajaba una joven pareja y una bebe de 2 años.  La pequeña murió a causa del choque. Dos muertes en tan poco tiempo. 

Anoche regresó su esposa a nuestra calle: silenciosa y dolida, impotente y con rabia a una casa vacía

Nuestra calle pasó a formar parte de las estadísticas de un país donde no hay justicia. Donde los delincuentes actúan con impunidad, decretan anárquicamente toques de queda en los barrios, y la vida vale menos que un sofisticado componente tecnológico. Mi calle aportó una nueva víctima a la tristeza nacional.

Mi calle está triste, se viste de negro. Está de luto.

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CALLE SAN ANDRES, CARACAS, VENEZUELA.

FIN

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