Dame la mano. Atravesaremos la calle despacio. Descifraremos con tus dedos las paredes que nuestros ojos acostumbraban acariciar y esta será tu noche de día. Tropezaremos. Te sujetaré y la calle seguirá tendida. Treinta y seis. Treinta y nueve.
Nos detendremos en cada esquina. En cada cruce de vías. Diseccionaremos cada ladrillo de cada muro atrevido. Seremos cubistas, vanguardistas, poetas sin prisa. Tocaremos farolas, árboles, rejas, vitrinas. Tentaremos papeleras y bicicletas encadenadas. Tantearemos coches habituales y migrantes.
Compartiremos errores, compondremos excusas. Justificaremos el dolor del accidente. Reviviremos los espasmos de todos los bordillos. Construiremos aceras nuevas. Dibujaremos calzadas por vivir. Diseñaremos adoquines solidarios. Nivelaremos los pasos de los viandantes, sus semáforos en flor… Y cruzaremos despacio. Ciento dieciocho. Ciento veinte.
Disfrazaremos con plumas los nidos vacíos del pavimento que el accidente levantó. Crearemos horizontes nuevos sobre otros existentes. Proyectaremos la mirada lejos y el Ave Fénix de Gran Vía volverá a resurgir en tus pupilas. Respiraremos. Y la calle seguirá dormida.
Haremos el acuerdo. Nos volveremos frecuentes, instantes fuera del instante mismo. No nos rendiremos. Volveremos a transitar la arteria urbana, cuyo nombre tan romántico nos parecía. Ahí donde el accidente nos salvó de la ceguera del tedio acumulado. Doscientos. Doscientos dos.
Seré tus mapas nuevos, ávidos a cada paso nuestro. Llegaremos trémulos, precisos, al portal de nuestra casa. Subiremos las escaleras exhaustas y nos cobijaremos en la alcoba discreta. Ahí donde incluso cuando veías, te ibas quedando ciega sin necesidad de accidente alguno. Ahí donde nos volvimos clandestinos entre tanto olvido y rutina.
Haremos la digestión de los días clínicos y fecundaremos nuevas noches tras el acuerdo tácito. Y después te levantarás entera y recordarás la posibilidad del cambio. Tus manos hendidas y cansadas se volverán, poco a poco, más valientes. Y te darás una tregua antes de seguir pintando los abismos de tus días de noche.
Resurgiremos en la calle del Acuerdo. Manifestaremos a gritos los deseos acumulados con el tiempo y reviviremos con ojos nuevos. Mientras algún vecino patalee a la espera de quedarse ciego. Mientras cualquier viandante anhele, entonces, la tranquilidad de tus párpados videntes.
FIN
CALLE ACUERDO, MADRID
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