He tenido la suerte de crecer junto a un parque.  Allí jugaba mucho cuando era pequeño. Aunque ha cambiado mucho desde entonces. Antes el suelo era de tierra y había un castillo de metal al que trepábamos y una esfera sin barra para deslizarte.

Después lo asfaltaron y quitaron árboles, pusieron columpios, un tobogán y  un parque para mayores. Más tarde llegó la estación de bicis.

Pero más allá del aspecto, nada ha cambiado.

Los comercios son los mismos: siguen el mercado tradicional, el supermercado y el quiosco, con la misma dueña, que siempre nos guarda la revista que le gusta a mi madre.

Los lunes hay mercadillo y la calle se llena de puestos, que montan y desmontan en la  misma mañana, y de compradores y gente que mira.

Pero cualquier día hay mucho ambiente: Jubilados que toman el sol en bancos, señoras que arrastran el carrito yendo a comprar y niños jugando alegremente a la salida del colegio.

Recuerdo cuando empezaron las reuniones del 15M y todos los sábados por la mañana se reunían en la plaza. Se sentaban en el suelo formando un círculo. Y los mayores les miraban intrigados desde sus bancos, con los niños jugando un poco más allá. A mí el cuadro me parecía bastante curioso y me preguntaba de qué estarían hablando

Algo podía intuir de lo que estaba pasando, en la gente que rebuscaba en los contenedores, en las mujeres que venían con garrafas a por agua de la fuente, en la gente que acudía los domingos por la noche para que les dieran de cenar.

Nada como salir a la calle, a la plaza, para tener contacto con la realidad.

Hoy volvía del instituto y al ver el parque he sentido nostalgia por esa infancia que ya no puedo recuperar. Me he sentado en el columpio y he evocado tantos momentos pasados allí, en esa plaza que me ha visto crecer. Vaya a donde vaya siempre la  llevaré conmigo y una parte de mí se quedará allí para siempre.

 FIN

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PLAZA DE SAN FELIPE NERI. VALENCIA

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