Desde que ella apareció en el barrio siento que luzco de otra manera. He encontrado un sentido a mi monótona vida. Cuando llega, veo todo con otra luminosidad. A las ocho y cuarto entra en el piso y el gato reclama su atención. Se descalza y suena jazz. Lo sé porque en verano deja la ventana abierta y los ritmos inundan la plaza desde donde la observo cada día desde que llegó. Se prepara café que toma en una taza, con asa, y la aferra con fuerza entre sus manos mientras se sienta en el sofá a leer antes de cenar. Hoy es martes, día de lasaña, así que estirará la hora de lectura un poco más. Siempre esa misma rutina que ya me resulta familiar. Una rutina que siento como mía.
Hasta hoy.
Creo que sabe que la observo, por eso ha decidido vestir esas ventanas que estaban desnudas. Lo sabe porque antes de correr las cortinas ha echado un vistazo a la plaza y ha clavado su mirada en mí, en la única farola que ha estado admirándola en secreto los últimos siete meses.
FIN
PLAZA DEL DR. JOSÉ FERNÁNDEZ OCAÑA. FUENLABRADA. MADRID.
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