A la Gregoria le encantaba Manolo Escobar. Cada vez que aparecía en la televisión se sentía el revuelo de las vecinas avisándola por los balcones, -¡Gregoria! ¡Correee! ¡Manolo Escobar en la uno!- Al principio era fácil porque tan solo había dos canales, ni una sola de sus apariciones se perdía Gregoria, luego las vecinas tuvieron que emplearse a fondo y repartirse los programas para que no se les escapara ninguna copla, entrevista o película del famoso galán.

Ella fue de las últimas que tuvo televisión en la calle, así que dios sabe si por costumbre o por necesidad de compañía, cada vez que daban Cine de Barrio iba a verlo a casa de mi abuela, donde yo jugaba hasta tarde, sobre todo si era verano.

Era increíble el efecto que Escobar producía sobre ella, se sonrojaba como una adolescente, le salía la risilla tonta y pareciera que hubiera perdido cincuenta años de golpe. Cincuenta años sí, en aquella época yo apenas estaba en primaria y ella debía superar los setenta y cinco imagino.

-Ay si yo no veo madre mía, si con lo poco que veo no me entero de la película, pero bueno.. yo lo escucho, escucho las canciones y me acuerdo de cuando iba al cine de mocita, ¿Eh, María?

-¿Qué?

-¡Nosotras! Cuando éramos mozuelas, ¿eh? Estos nuevos se creen que una nunca ha sío joven, lo que pasa es que no había tantas cosas como ahora, eso no, pero vaya que íbamos al cine, y salía una los domingos al paseo, se compraba una o dos pesetas de pistachos y así echaba la tarde.

-Eso. Y no había tanta sinvergonzonería como hay ahora, eso tampoco.

Entre batallitas yo cogía mis caramelos y hacía recortables. La Gregoria todas las tardes ceremoniosamente nos traía un par de chicles y una bolsa de gusanitos a mi hermano y a mí, y con eso ya nos tenían entretenidos y no dábamos ruido mientras ellas comentaban historietas de otra época y chascarrillos de barrio. Quién es el muerto, o quién se casa hoy, era lo único que podía alterar levemente la rutina de las laboriosas semanas en el pueblo. En aquellos días las matanzas y las comidas colectivas no eran algo extraordinario, sino lo más normal del mundo, así que salvo esos episodios y las festividades religiosas o locales, los años devenían pacíficos y sin sobresaltos. Así pasaron veinte años sin apenas darme cuenta…

Gregoria, ayer salió Manolo Escobar en la tele, un Manolo Escobar que ya no cantará más, un holograma de otros tiempos en los que tú y mi abuela érais mocitas, ¿Te acuerdas? Fui corriendo a decírtelo pero no pude, tú también te habías ido ya, la casa estaba cerrada y el viejo jazmín abandonado. Hay que ver como es la vida ¿eh? Veintitantos años viuda pero se muere Manolo Escobar y vas tú detrás, cómo no lo habría imaginado.

FIN

(Calle Mesones, Adamuz, Córdoba)

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