Por las mañanas, desde hace 14 años que la he transitado con mucha frecuencia, se encontraba abarrotada de vendedores ambulantes, quienes con toda tranquilidad ofrecían las diversas mercancías, lo mismo enseres domésticos, que prendas de vestir, herramientas caseras que artículos de belleza, era muy fácil encontrar lo buscado en la tumultuosa calle, invadida por completo por quienes con toda confianza se extendían a plenitud, impidiendo el paso de los autobuses que obligatoriamente deben cubrir su ruta, con los consabidos empujones y maltratos recibidos por el exceso de personas.
El contraste se manifestaba cuando esa calle de impresionante movimiento matutino se convertía en una calle obscura y por ende peligrosa, por la absoluta carencia de alumbrado adecuado.
Afortunadamente el Gobierno del Distrito Federal, fue poniendo orden; en un segundo momento, los vendedores colocaban su mercancía en grandes plásticos o lonas que al silbido del líder por la presencia policiaca, recogían su mercancía, ocultándose en aquellos grandes zaguanes de majestuosos edificios, monumentos arquitectónicos del siglo XVIII, encerrando en sus muros acontecimientos de gran relevancia que conforman la historia de mi amado México, que ellos y la obscuridad impedían fueran apreciados…
Actualmente la vendimia callejera ya forma parte del pasado, la calle ha sido remodelada y debidamente alumbrada. A su inicio, una vez que se cruza la denominada “República Argentina” del lado izquierdo, en la esquina, se encuentra la” Librería Porrúa”, que ha permanecido a través de tres generaciones familiares y la que en época del inicio de cada ciclo escolar, abarrotada totalmente resulta insuficiente el espacio enorme con el que cuenta el edificio de su propiedad. Se tuvo la magnífica idea de construir un Mirador en la azotea del mismo, desde el cual, se aprecia excelentemente la zona arqueológica ubicada en el lado derecho de nuestra calle.
Y el contraste es extraordinario, desde el edificio de la” Librería Porrúa”, en su frente, se valora la grandeza de la zona arqueológica del Templo Mayor, que fue descubierta el 21 de febrero de 1978, cuando unos empleados de la Compañía de luz, en una excavación, se encontraron con la piedra circular de la diosa de la luna: Coyolxauhqui, lo que motivó al Instituto Nacional de Antropología e Historia, continuar las excavaciones y finalmente dejarla a la vista; se perdió la numeración de la calle, unas viviendas que existen ostentan los números 15 y 17. El número 19, corresponde a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, próxima a cumplir sus CLXXXIII años de vida, habiendo tenido entre tantas funciones la de diseñar y bautizar todas las calles de la República Mexicana. Frente a ella en el número 16, se encuentra un ex-convento jesuita, que al ser expulsados por Carlos III, se convirtió en la Escuela Nacional Preparatoria y actualmente es el Museo de San Ildefonso.
LA CALLE DE LOS CONTRASTES, recuerda al historiador, poeta y político, originario de San Francisco, Campeche, discípulo de Ignacio Manuel Altamirano, recibiendo su nombre: “JUSTO SIERRA” (1848-1912) CENTRO HISTÓRICO, CIUDAD DE MÉXICO.
FIN…
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus