Mi padre siempre hablaba de sus tiempos en Londres. Vivió allí algún tiempo, con apenas veinticuatro años, en los tiempos en que la crisis del 2010 asolaba España y el resto del mundo. Se refería a ellos con nostalgia, aunque en sus historias siempre hablaba de lo mucho que le costó adaptarse a una ciudad como el Londres de aquella época. Entonces era otro tipo de ciudad, angosta, despersonalizada, como solía decir mi Padre. Una ciudad difícil, recuerdo oírle, y vieja; vieja como un castillo antiguo: húmeda, amenazadora y gris. Hoy queda poco de todo eso. Prácticamente arrasada por la guerra y la detonación del 36, su arquitectura y organización han cambiado radicalmente, como en casi todas las grandes capitales. Me sentía tan trastornado como un joven Poe llegando a la metrópoli desde su verde Virginia, decía, si no llega a ser por el “Mixer”, no creo que hubiera aguantado.

Sus historias sobre Londres siempre giraban en torno al “Mixer”; “The Good Mixer”, un viejo Pub en la zona de Camden Town, muy conocido en aquella época.

The Good Mixer

Cuando yo llegué, decía, ya había perdido parte de su esplendor, pero siempre te contaban historias de cómo Amy Winehouse o Damon Albarn habían pasado allí sus noches antes de hacerse famosos. El sitio tenía un encanto especial, con sus barras de madera, viejas y raídas, su mesa de billar, sorprendentemente intacta, y esos asientos corridos, estilo comedor comunal, pegados a sus paredes. Era de los pocos sitios de Londres donde uno todavía podía entablar una conversación con desconocidos y quedarse una noche charlando, sin problema, mientras vaciabas una pinta tras otra.

The Mixer - Billar

Si no llega a ser por ese viejo Pub… Me lo enseñó mi amigo Roger, el de Barcelona, la primera noche que quedé con sus amigos, y creo que, desde entonces, no pasaron ni dos días sin que lo pisáramos. Era un oasis en medio de esa ciudad agotadora. Todos los Pubs solían cumplir esa función, pero éste sobre todo. No había alardes en él, era sencillo, ni siquiera aceptaba tarjetas de crédito. Allí la gente iba a relajarse y a beber tranquilamente, a charlar con quien se terciará y a olvidarse un poco de todo. Era duro entonces, mucho más duro que ahora, le oigo decir, con la voz rota de sus últimos años. En ese pub vivíamos otra vida, más digna, y conocimos gente que de otra forma hubiera sido imposible. Díselo a tu madre, si no… Fue nuestro refugio, siempre había alguien allí, no teníamos ni que quedar; siempre que te apetecía, te bajabas al “Mixer y punto, todo quedaba solucionado.  

thegoodmixer22.jpg

Hoy la gente se deja un dineral en tratamientos y busca en la Esfera un supuesto experto que le enseñe a llevar su propia vida. Entonces no era así, no podíamos permitirnos un psicólogo, y aunque hubiéramos podido; una pinta de cerveza en el Mixer y una buena charla, eran suficientes para curarlo todo. 

FIN

30 INVERNESS STREET, LONDRES, REINO UNIDO.

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