Mi Calle, la García Moreno

Mi Calle, la García Moreno

Las calles de Quito  llevan los nombres de personajes de la política. La García Moreno fue nombrada en honor al Presidente Gabriel García Moreno,  asesinado al pie del Palacio de Gobierno, en esta calle.

En 1928, mis abuelos llegaron a Quito y adquirieron una espaciosa casa esquinera en la colonial y estrecha calle.  Regalaron la casa  a mi padre quién estableció la primera clínica maternidad privada del país. Mi padre construyó otra clínica y la casa fue remodelada para la familia.  Las habitaciones eran inmensas. Patinábamos en sus amplios corredores;  sus paredes fueron testigos de emocionantes partidos de fútbol de mis hermanos.  Yo guardaba el arco.

En la década de los sesenta, la tecnología no había destruido la niñez. Jugábamos a las bolas, tillos, trompos, rayuela, perros y venados.  Jugábamos todo el tiempo que nos permitían las tareas del colegio y los horarios estrictos de mi madre.  Los sábados  veíamos en la televisión el único programa para niños, “Mr Ed, el caballo con voz”  ¡Nos cautivaba Ed!  Luego el televisor desaparecía en el mueble que mi madre cerraba con llave hasta el siguiente sábado.

Tres “muchachas”  de servicio  y un “paje”  indígena vestido de blanco con alpargatas llamado Jorge Paguay Taitanuay, atendían la casa bajo la vigilancia de mi madre.  Luego del colegio, las muchachas nos servían  chocolate con leche y  pan que compraban al “Pipón” dueño de la tienda localizada debajo de la ventana de nuestra cocina. A las cinco de la tarde, descendía una cesta de mimbre y el “Pipón” depositaba en ella el pan caliente.  La cesta volvía a subir silenciosamente.

Cuando lográbamos escapar a la calle, rodábamos veloces en nuestros coches de madera, sobre el brillante empedrado. Los moretones eran frecuentes.   

El feriado de Carnaval era esperado con ilusión.  El salvaje juego nos encantaba. A espaldas de mi madre, inflábamos con agua las bombas de caucho que comprábamos en la tienda del Pipón, a precio especial por Carnaval: cien bombas por dos reales. La guerra de bombas de ventana a ventana era encarnizada y  todos terminábamos  en la calle empapados y los perdedores embadurnados con harina y huevos.  Luego los canelazos bien calientes  y el baile para los mayores.  La diversión terminaba  a las seis de la tarde.  Dormíamos soñando con la guerra de bombas del siguiente día.

En una ocasión sube por la empinada García Moreno, un muchacho vendedor con un balde con jugo de naranjilla de dudoso color.  De pronto es atacado por  tres muchachos portando sendas piedras lodosas, arrancadas del empedrado de la calle.  Se aproximan a su víctima y  sin darle tiempo de reaccionar depositan las piedras dentro del balde de jugo.  Cuando los atacantes se alejan, el muchacho se arremanga  la camisa, introduce las sucias manos en el balde, saca las tres piedras y continúa campante su camino gritando a todo pulmón “Jugo de naranjilla para el caloooooor”

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Ecuador, Quito, Ciudad Vieja, Calle García Moreno.  Yo, junto a mi vieja casa en la que viví hasta 1967

FIN

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