Los muchachos marginales de la calle sigue siendo un tema prioritario en el conflicto social contemporáneo de mi país. Sus historias de desamparo confluye con la desintegración de la familia debido a la escasez de oportunidades de trabajo, de vivienda, de educación, aún más la violencia, la delincuencia juvenil, el consumo y el comercio de drogas.   

  Esforzándome en mostrar la cara de este fenómeno que está latente en nuestra sociedad colombiana, encuentro a un habitante de la calle que me da su testimonio. Se llama Orlando Garcés. Esta es su relato, a bocajarro de su modus vivendus   

  “La crisis de mi familia me llevó a una vida de mendicidad. Mi padre, un obrero de construcción que se emborrachaba, era mujeriego y despilfarrador; mi madre, una mujer servicial y resignada, y mi hermano menor que no asistí a la escuela. De pasar penurias en inquilinatos, abandoné mi familia, y decidí seguir mi rumbo solo. Entonces me fui a vivir a donde fuera, como no tenía un peso en el bolsillo, vagué buscando donde acomodarme, dormí bajo puentes donde vivían otros seres en igual situación que la mía, drogadictos, estafadores, ladrones. Y probé con ellos toda clase de vicios. Pero como necesitaba comer me ocupé reciclando chatarra que recogía de las calles para venderla en las chatarreras. Mi situación económica y la de mis padres, no me dio para la educación. Entonces con los recolectores de chatarra que deambulaban por las calles de la ciudad, tuve esta labor como único sustento para sobrevivir”.  

  

  Pero Orlando Garcés es un hombre valiente, que sólo fue a la escuela hasta el cuarto grado de primaria, su testimonio es de superación en medio de las adversidades y vicisitudes de la vida urbana y moderna de nuestras ciudades:   

 “Afortunadamente conseguí trabajo fregando pisos y limpiando la mugre de las escaleras y de las vidrieras de los hoteles, y así pude recoger dinero para suplir mis necesidades. Este oficio me sirvió para dejar la vagancia por las calles donde delinquía, consumía bazuco y mariguana. Y así conseguí pagar una habitación en una casa de inquilinatos, tenía para la alimentación y ahorraba para comprarme ropa”.   

  Orlando Garcés se reencontró hasta hace poco con su madre y su hermano menor. Su padre los había abandonado hace mucho tiempo ya. Cuando vio a su madre se abrazó a ella llorando. Ellos vivían en la casa de una vecina, en un taller de madera que les habían aprovisionado. Comprendió que su verdadera obligación era estar con ellos ayudándolos ahora que trabajaba y recibía un sueldo  

   

  Le pregunto: ¿Qué piensas de la situación económica actual del mundo?   

  A lo que contesta: “Uno necesita un trabajo. Es muy importante porque hoy en día hay que hacer malabares para poder sobrevivir”. Se ríe.   

  Aquí hay un ejemplo de dignificación y superación de un individuo que consiguió con  su tesón y con sus deseos de superarse, recuperar su familia y luchar junto a ellos por un presente y un futuro mejor.  

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