Todos juntos, alrededor de la mesa.

Todos juntos, alrededor de la mesa.

Ya me lo dijo Ventura: -El día que nos falten los amigos, lo llevamos claro-.

Ventura fuma tabaco de liar, y tiene ínfulas de buen escritor. Todo lo que se mueve en «las redes»  el lo conoce, o lo ha leído, o lo ha oído comentar. A veces, cuando pasas una tarde entera con él, se vuelve muy cargante. Por eso hago que me llaman al móvil, y luego le digo que me han llamado del vivero, que tengo un lío monumental con una factura.

Yo trabajo en allí, si. Me gusta estar rodeado de flores, cactus, árboles en agraz y la tranquilidad artificial de los plásticos blancos. Creo que tengo mucha suerte al poder tener este remanso de paz y encima que te paguen por ello. Pero luego, cuando me quito el mono, me lavo la cara, y me miro al espejo, sé que la gran ciudad me espera, y comparto con mis amigos lo que queda del día, y la magia tornasolada de la noche, que para mi es una pasada.

Ayer mismo, Daniela, una secretaria del bufete de abogados, me sorprendió con la confesión inesperada de su aventura con el profesor del módulo nosecuantos de FP. Yo, si he de ser sincero, no pensaba ni que saliera a tomar copas por ahí, pero fíjate tú que se recorría Malasaña a partir de las diez, y que se bebía las coronitas con el tipo ese que la tenía engatusada. Qué bemoles le echa la condenada. Aunque la verdad, no se lo echo en cara. Solo que con la pinta de chica bien del barrio de la Estrella no la veía yo…

No viene al caso contarlo aquí. Porque no tienen nada que ver, realmente, pero por ejemplo, el que Ramón, mi compañero de batallas en los torneos de poker, al cabo de los meses, rompiera con su mujer, que yo ni la conozco, y la mayoría de los colegas no tuviera ni idea de por qué sus movidas por la noche, y cual ha sido el motivo de que se quedara sin un puto duro y se entrampara hasta las cejas, eso, sí que lo sabía yo. Todo ha sido porque estaba enganchado a lo que estaba, anda que no se veía venir. Eso si que no me sorprendió. Y todos los que se quedaron con la boca abierta preguntándose y lamentándose y con la lagrimita asomando por el brocal del párpado, ya les pueden ir dando.

A esta misma conclusión llegó Luis Uría, al que no hace mucho me encontré entre los tejemanejes de unos exámenes de teoría política: Este chico nos lo encontramos cualquier día en un callejón, o haciendo locuras por ahí con la furgoneta. Luis sí que sabe, toda la vida en el barrio, hijo de un portero de finca, y de pronto ¡pluf! pelotazo, buen curro, ganando a porrillo. Desde abajo hasta arriba, así por que yo lo valgo. Muchas veces no me creo lo que dice, porque, joder, que si la boda en Colombia, que si los viajes a comer langosta a Maine, que si su suegro era un sicario; en fin, hay cosas que no me cuadran, pero…

A mi lo que me gusta es conocer gente. Y bien que se me da. Y para muestra un botón. Benjamín, cada vez que está de bajón y quiere salir ¿a quién llama? Al menda. No hay más tu tía. Un día le pillé diciéndole a Rafa que si quería conocer tías que saliera conmigo una noche. Yo estaba en el cuarto de al lado, y como las paredes son de papel y tenía la luz apagada, pues me enteré de todo. Y la verdad es que me gustó. Me vine arriba, sí. Está bien que la gente te considere, joder, que se den cuenta de que uno tiene don de gentes, y desparpajo y tal. Aunque yo también he pasado lo mío. Cuando pasé lo que pasé con lo del divorcio, no había quien me sacara un buenos días, ni un saludo, ni una caña. Era el tío más arisco del mundo. Y el caso es que yo, a veces, me lo decía a mi mismo ¡vamos tronco! y le pegaba cuatro patadas a la pata de la mesa que la dejaba tiritando.

Pero bueno eso fue hace tiempo. Ahora soy otro. Aunque lo que no he vuelto a recuperar es a mi familia, y eso es una cosa que no puedo con ella. ¡Aunque la verdad es que son ellos los que no quieren nada conmigo! ¡No han tenido un detalle, ni un gesto, ni un atisbo de acercamiento por su parte! ¡ No se puede vivir anclado en el pasado, con la vida de siempre, con los roles de siempre, con ese inmovilismo pusilánime de siempre! Todos ellos. Todos. 

Aunque mi hermano, de vez en cuando, sí que se asoma por aquí a ver cómo estoy. Eso también es verdad. Aparece y me dice algo, tímidamente. Yo es que veo su cara y me pongo a temblar. No sé por qué pero lo hago. Y a veces hasta me emociono. Pero le ignoro y sigo a lo mío, poniendo cualquier disculpa.

Debe ser que el vínculo del que hablan. El cordón umbilical que dice Félix, yo ya lo he roto hace tiempo también. Mira. Félix, por ejemplo. Se vino con dieciocho y hasta hoy, no ha vuelto a cruzar ni cuatro letras, ni media palabra, con los suyos. Hay que tener valor, también, pero lo lleva con una entereza encomiable. Cuando nos juntamos en cualquier sitio, y yo le cuento cualquier cosa con la que me como la cabeza, él tiene la palabra correcta y la situación a poner en práctica. Y si no me lo ilustra con cualquier dibujo, improvisado en una servilleta. Otro crack. Vaya, es que yo la gente que conozco son la repera. Y conozco a muchos, y todos tan distintos, tan de su padre y de su madre (qué sarcasmo), tan independientes, tan llenos de vida. A mí me dan oxígeno, me inyectan vida, porque qué sería yo sin Ayla, sin Fermín Cabezas, sin el Peti Suis, sin Dogerty, sin tantos y tantos palos del sombrajo gris de mi existencia. Sin todos esos puntales en mi vida que hacen que mi mirada sirva para algo, que mis dedos busquen ávidos que tecla tocar para hacerles llegar mi mensaje, que llenan mi imaginación con todas esas imágenes de algo que me creo… porque lo veo simplemente.

Solo que, cuando se funde en negro la pantalla, cuando me froto los ojos; cuando miro la pared, el viejo cuadro; mi cama, y me doy cuenta de que todos mis dioses me han abandonado y estoy tan solo que no lo soporto; vuelvo a morir hasta el día siguiente, a las siete de la mañana.

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